Nora Rua
Comúnmente vemos que las familias tratan de imitar los modelos de familias que pone la televisión y el cine a nuestros ojos. Nos dejamos penetrar por una cultura que nos conduce a alejarnos de Dios. Desde tiempos antiguos, este medio no ha hecho más que enajenar mentes y nosotros no hemos hecho más que poner nuestro propio mal como centro de nuestra vida porque sabemos que esos modelos de familia no corresponden al modelo de la Familia de Nazareth que es el tipo de familia que Dios quiere para nosotros y para nuestra felicidad. Muchas veces, incluso, a los padres se nos hace muy gracioso que los hijos imiten las conductas de ciertos hijos de familias que se miran en las series televisivas como el famoso niño que le hace un sin fin de travesuras muy pesadas a su propio padre. Pero bueno, lo primero que decimos es: “Solo estamos jugando” “No tiene nada de malo” “Hay que ser más amigo de los hijos…” Podemos encontrar un sinfín de frases para excusarnos y “permitir” lo que no es agradable a los ojos de Dios.
Hay algo que como hijos de Dios debemos tener muy claros:
“Las razones humanas, no son las razones de Dios”
Lo que la modernidad desenfrenada ha creado no viene de Dios, más bien es producto del enemigo que busca incesantemente desviarnos del camino que nos conduce al Padre, nuestro Creador y Dador de vida. Si por regla sabemos que el hijo debe obedecer a los padres: ¿por qué siendo hijos de Dios desobedecemos sus órdenes, sus mandamientos, sus deseos? ¿Por qué…? Porque permitimos que nos hagan caer en la tentación y así caemos en el pecado. Recordemos bien que El infierno está lleno de aquellos que solo tenían “buenas voluntades” pero que no lograron cumplir los mandamientos y las leyes del Señor.
La permisividad de los padres en la actualidad nos lleva a vivir en desamor. Somos nosotros y únicamente nosotros, los padres, los que permitimos conductas que no son acordes a lo que nos indica Dios en su Sagrada Palabra. Permitimos que los hijos no cumplan sus obligaciones en casa, en la escuela y en la comunidad en que vivimos. Les permitimos lenguajes ofensivos y con ramilletes de palabras altisonantes e hirientes. Les permitimos hacer lo que quieran y cuando quieran. Les permitimos violar el respeto y no tener una buena educación.
Estamos muy cerca del día en que el Hijo de Dios vendrá con toda su gloria y tendremos el juicio final de nuestras vidas: daremos cuenta de lo que hicimos según los mandatos de Dios y qué nos toca por no cumplir. Que no nos caiga de sorpresa lo que nos toque porque bien avisados estamos desde hace casi dos mil años. Si no leemos la Biblia, no nos enteramos.
Nos queda el último momento para vivir plenamente el amor de Dios en nuestra familia. Estamos invitados a imitar las virtudes del hogar de Nazareth para vivir esos valores de relación que vivió la Sagrada Familia. Valores que son tan necesarios hoy como en cualquier tiempo y que siempre son y serán los mismos, nunca envejecen sino más bien se revive la llama de amor de Dios en cada uno de nosotros al vivirlos.
Consagra tu hogar a Jesús, María y José, en una decisión libre, seria y consciente de familia, por la cual acogen a la Sagrada Familia de Nazareth, como ejemplo para ir moldeando la vida diaria de acuerdo con las virtudes que son necesarias para ser una
familia verdaderamente cristiana y al calor del fuego vivificador del Amor de Dios.
Invoca su presencia en la vida de tu hogar y haz que esta presencia del Amor de Dios arda en tu familia por el estilo de vida que vivan y por el amor que promuevan cada uno de sus miembros en su relación diaria con los demás. Que sean sus actos los que den testimonio de su fidelidad a Dios y del amor que los une a Él. Que la dulzura del amor santo, el amor divino de nuestro Padre domine tu pensamiento, tu sentimiento y tus relaciones con tus hermanos para que se cumpla amar a Dios por sobre todas las cosas y amar al prójimo como a ti mismo. Sobre todo, amar sin medida, amar como Cristo nos amó: dando todo, hasta su propia vida por nosotros. Ese es el verdadero amor.
Cuando se vive el Amor de Dios en la familia gozamos de paz, no hay problemas donde hay amor, no hay discusión donde arde la llama del amor. Hay obediencia y todos hacen lo que a cada uno le corresponde hacer. Todos participan de todo.
El amor de Dios es lo más grande que vivió la Sagrada Familia, es lo que la mantuvo fuerte en las adversidades, felices en las dificultades, sabios en todo momento y a salvo en toda circunstancia.
Imita el amor de la Sagrada Familia de Nazareth
En cada acto, en cada momento, con cada persona y con cada ser vivo.
Ama siempre…aún a quien no te ame, pues al amar al otro amas a Dios.
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