7 de junio 2013 (fecha movible)
Del Corazón de Jesús nació la Iglesia y por ese Corazón se abrieron las puertas del Cielo. La devoción a su Sagrado Corazón nos lleva a amar a Jesús que nos ama tanto; pagar amor con amor. Más aún, cuando lo despreciamos y airamos, sobre todo en la Eucaristía. Para reparar ese desamor nuestro hacia quién por amor dio su vida por nosotros hacemos los actos de desagravio, como la comunión de reparación, y la compasión por Jesús sufriente. Todo el tiempo estamos ofendiendo al corazón de Jesús con nuestros actos, al hacer aquellas cosas que no son agradables a los ojos de Dios, al no cumplir fielmente las leyes y mandamientos que Él mismo vino a explicarnos y en especial el mandamiento más importante que nos dejó: “Ámense los unos a los otros”, el cual no cumplimos y al tiempo le provocamos el mayor dolor de su corazón. Reflexionemos en los dolores que Jesús sufrió en su corazón cuando estuvo entre nosotros y evitemos seguir dándole más dolores, démosle lo que Él nos dio: amor.
Jesús siempre nos insiste en ir hacia Él, siempre nos espera, fiel testigo de este llamado fue la vidente y ahora Santa María Margarita de Alacoque. En el siguiente texto del blog evangelizacionencr encontramos ese llamado:
Así nos habla y llama el Sagrado Corazón de Jesús:
Ah! ¡Si las almas supiesen como las espero lleno de misericordia! ¡Soy el amor de los amores, y no puedo descansar sino perdonando!
¡Siempre estoy esperando con amor que las almas vengan a Mí! ¡Vengan!... ¡Échense en mis brazos! ¡No tengan miedo! Conozco el fondo de las almas, sus pasiones, su atracción por el mundo y los placeres. Sé desde toda la eternidad cuántas almas me han de llenar el corazón de amargura, y que para gran número, ¡mis sufrimientos y mi sangre serán inútiles! Mas, como las amé, así las amo...
No es el pecado lo que más hiere mi Corazón... Lo que lo despedaza es que ellas no quieran refugiarse en Mí después de haberlo cometido. Sí, deseo perdonar, y quiero que mis almas escogidas den a conocer al mundo, cómo mi Corazón espera a los pecadores, transbordando de amor y de misericordia.
También quiero mostrar a las almas que nunca rechazo mi gracia a ellas, ni aun cuando están cargadas de los más graves pecados, y que no las separo, entonces, de aquellas a quienes amo con predilección. A todas las guardo en mi Corazón, para dar a cada una los socorros que su estado reclama. Quiero darles a comprender que no es por el hecho de estar en pecado mortal, que deben apartarse de Mí. ¡No juzguen que ya no hay remedio para ellas y que nunca más serán amadas como lo fueron otrora! ¡No, pobres almas, no son éstos los sentimientos de un Dios que derramó toda su sangre por vosotros!
¡Venid a Mí y no temáis, porque Yo os amo! Os purificaré en mi Sangre y os tornaréis más blancas que la nieve. Vuestros pecados serán sumergidos en las aguas de mi misericordia, y no será posible arrancar de mi corazón el amor que os tengo.
Vosotros que estáis sumergidos en el mal y que hace más o menos tiempo vivís errantes y fugitivos por causa de vuestros crímenes... Si los pecados de que sois culpados os endurecieron y cegaron el corazón; si para satisfacer vuestras pasiones, caísteis en los peores escándalos... ¡ah! Cuando vuestra alma reconociere su estado, y los motivos o los cómplices de vuestras faltas os abandonaren, no dejéis que de vosotros se apodere el desespero. Mientras el hombre tuviere un soplo de vida, podrá acudir aún a la misericordia e implorar perdón. Vuestro Dios no consentirá que vuestra alma sea presa del infierno.
Por el contrario, desea y con ardor, que de Él os aproximéis para perdonaros. Si no osáis hablarle, dirigidle a Él vuestras miradas y los suspiros de vuestro corazón, y en breve veréis que su mano bondadosa y paternal os conduce a la fuente del perdón y de la Vida!
Deseo que las almas crean en mi misericordia, esperen todo en mi bondad y no duden nunca de mi perdón. ¡Soy Dios, mas Dios de amor! Soy Padre, mas Padre que ama con ternura y no con severidad.
Mi corazón es infinitamente sabio, pero también infinitamente santo, y como conoce la miseria y la fragilidad humanas, se inclina hacia los pobres pecadores con misericordia infinita. Amo a las almas después de que cometieron el primer pecado, si humildemente vienen a pedir perdón. Las amo aún cuando lloraron su segundo pecado, y si esto se repitiere, no digo un billón de veces, sino millones de billones, las amo y les perdono siempre, ¡y lavo en la misma sangre tanto el último como el primer pecado!
No me canso de las almas, y mi Corazón siempre espera que vengan a refugiarse en Él por más miserables que sean. ¿No tiene un padre más cuidado con el hijo enfermo, que con los que tienen buena salud? Para con este hijo, no son mayores sus delicadezas y su desvelo. De igual manera, mi Corazón derrama sobre los pecadores su compasión y ternura, con más liberalidad que sobre los justos.
Denme su amor y nunca desconfíen del mío, y sobre todo, denme su confianza y no duden de mi misericordia. Es fácil esperar todo de mi Corazón!” (1)
Así habló el Divino Redentor. Así continúa hablándonos con el mismo entrañado e infinito amor de Padre y de Dios. Procuremos oírlo, esforcémonos por seguir su cariñoso llamamiento, de depositar en Él esa confianza completa de hijos que todo lo pueden alcanzar de las misericordias de un Corazón omnipotente.
Roguemos a María Santísima, Madre de este Sagrado Corazón, que interceda por nosotros junto a Él, a fin de que ese horno ardiente de caridad “nunca cese de iluminar el horizonte de la vida de cada uno de nosotros, encienda nuestros propios corazones y nos haga abrir las almas para su amor que es eterno y nunca se consume. El único amor capaz de transformar el mundo y la vida humana” (Juan Pablo II, Meditaciones de la Letanía del Sagrado Corazón de Jesús, Junio de 1985).
Una hermosa oración que podemos ofrecer al Sagrado Corazón de Jesús:
Los siete dolores del Corazón de Jesús
Primer dolor: Comunión indigna y traición de Judas: Estando ellos cenando, tomó Jesús el pan y lo bendijo, lo partió, y lo dio a sus discípulos, diciendo: Tomad y comed: este es mi cuerpo (Mat., cap 26), dándoselo al traidor de Judas quién la recibió indignamente. Acercándose Judas a Jesús, le dijo: Dios te guarde, Maestro, y le beso. Díjole Jesús: amigo ¿a qué has venido?
Propósitos
Prepararse cuidadosamente a la comunión y examinar a menudo los frutos que sacan de ella para recibir el la hostia con el corazón purificado por la gracias de la absolución.
Recordar siempre la bondad de Jesús, al recibir el ósculo del traidor Judas; compadecerse del acerbo dolor que sintió entonces el amante Corazón del que experimenta aun parte de los que le traicionan de nuevo en el sacramento de la Eucaristía.
Segundo dolor: Previsión
Comenzó a atemorizarse y a angustiarse, diciendo: Triste está mi alma hasta la muerte… Padre mío, si es posible, pase de mí este cáliz… Mas no se haga mi voluntad sino la tuya… (Mateo, cap. 26).
Propósito. Ir varias veces al día, por lo menos de corazón, al pie del tabernáculo a hacer actos de desagravio para reparar la ingratitud de los hombres y corresponder en cierto modo a las excesivas finezas del amantísimo Corazón de Jesús.
Tercer dolor: Huída de los apóstoles
Meditación
Entonces todos los discípulos abandonándolo, huyeron (Mat. C. 26)
Propósito: En la tentación, procurarme unirme fuertemente a Jesús para alcanzar la gracia de serle constantemente fiel.
Cuarto dolor: La negación de Pedro
Y Pedro le iba siguiendo de lejos hasta llegar al palacio del Sumo Pontífice. Y Habiendo entrado, estaba sentado con los sirvientes para ver el fin (Mat. C. 26)
Propósito. Rogar a menudo a Jesús, que penetre nuestras almas de la verdadera compunción, y que las anime del espíritu de penitencia.
Quinto dolor: Su doloroso encuentro con su santísima madre
Propósito. Rogar a menudo a Jesús, que penetre nuestras almas de la verdadera compunción, y que las anime del espíritu de penitencia.
Sexto dolor: María al pie de la Cruz
Y la madre de Jesús estaba en pie cerca de cruz (Juan cap 19)
Propósito: Fijar constantemente nuestra vista en modelos de perfección; consagrar a su servicio lo que nos queda de vida y persuadirnos que para ser agradables a Dios, es preciso imitar a Jesús y María.
Séptimo dolor: Abandono y desamparo de su Eterno Padre
Y cerca de la hora nona, exclamó Jesús en alta voz, diciendo Eloí, Eloí, Lamma sabacthani? Esto es, Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has desamparado? (Mat 27).
Propósito. En las penas interiores, en el olvido y abandono de las criaturas, unirnos estrechamente a Jesús y soportar con él sobre la cruz este abandono de Dios y de los hombres
Texto completo en http://www.aciprensa.com/fiestas/sagradocorazon/index.html
En una de las apariciones de Jesús (16 de junio de 1675) a la monja María Margarita de Alacoque le dijo: "Mira el Corazón que tanto ha amado a los hombres... en vez de gratitud, de gran parte de ellos yo no recibo sino ingratitud". Ese mismo dolor lo vuelve Jesús a mencionar al vidente nigeriano Bernabé wone en el segundo llamado angustioso: “Hijo Mío, ¿sabes tú lo que sufro cuando entro en el santuario de tu corazón a través de la Sagrada Comunión? Tus pecados me amarran y me flagelan sin misericordia. En tu corazón no hay nadie que Me consuele. Luego de haberme flagelado insensiblemente, Me arrastras fuera y cierras con llave la puerta de tu corazón con iniquidad. Esto es lo que Me haces con tu vida de pecado. Yo Soy el Pan de Vida para todos los hombres que me reciben en estado de santidad. Vengo a darles vida, no muerte. Limpia las iniquidades de tu corazón. Ábreme la puerta de tu corazón. Haz de tu corazón un tabernáculo de consuelo para Mí.
Hijo, que Yo viva en tu santuario de una Comunión a otra. ¡Acógeme, hazme sentir bienvenido!
Hijo Mío, todos los que Me acogen, acogen a Mi Padre y al Espíritu Santo que viven en Mí. Todos los que Me rechazan, ¡rechazan a la Santísima Trinidad!
Hijo, aun cuando otros Me rechacen, haz de tu corazón un tabernáculo de consuelo para Mí. ¡Yo Soy Jesucristo Agonizante, llamándote para que REGRESES!”. En el tercer llamado angustioso Jesús nos sigue insistiendo: “Hijo Mío: Yo estoy en tu corazón, un Getsemaní solitario donde estoy velando y nadie viene a velar Conmigo, ni siquiera por una hora. Te prefieres ir tras la posesión de bienes terrenales, aun a riesgo de tu perdición, dejándome sufrir solo.
El enemigo se aproxima rápidamente…, está conquistando terreno para ganar muchas almas, mientras tú duermes…. Mi hijo amado, porque te amo y deseo que me muestres amor, te suplico me ofrezcas todo tu ser, que lo guardes para Mí y solamente para Mí. Que él me glorifique siempre, que me consuele siempre. No hago este llamado al mundo, sino a ti a quien amo. Ofrécemelo… Ofrécelo para salvación. ¡Yo Soy Jesucristo Agonizante, llamándote para que REGRESES!”
Acto de consagración y desagravio al Sagrado Corazón de Jesús
¡Oh Corazón de Jesús! Yo quiero consagrarme a ti con todo el fervor de mi espíritu. Sobre el ara del altar en que te inmolas por mi amor, deposito todo mi ser; mi cuerpo que respetaré como templo en que tú habitas; mi alma que cultivaré como jardín en que te recreas; mis sentidos, que guardaré como puertas de tentación; mis potencias, que abriré a las inspiraciones de tu gracia; mis pensamientos, que apartaré de las ilusiones del mundo; mis deseos, que pondré en la felicidad del Paraíso; mis virtudes que florecerán a la sombra de tu protección; mis pasiones, que se someterán al freno de tus mandamientos; y hasta mis pecados, que detestaré mientras haya odio en mi pecho, y que lloraré sin cesar mientras haya lágrimas en mis ojos. Mi corazón quiere desde hoy ser para siempre todo tuyo, así como tú, ¡oh Corazón divino! has querido ser siempre todo mío. Tuyo todo, tuyo siempre; no más culpas, no más tibieza. Yo te serviré por los que te ofenden; pensaré en ti por los que te olvidan; te amaré por los que te odian; y rogaré y gemiré, y me sacrificaré por los que te blasfeman sin conocerte. Tú, que penetras los corazones, y sabes la sinceridad de mi deseo, comunícame aquella gracia que hace al débil omnipotente, dame el triunfo del valor en las batallas de la tierra, y cíñeme la oliva de la paz en las mansiones de la gloria.
Amén.
Promesas que Jesús da para las almas devotas a su Sagrado Corazón:
1. Les daré todas las gracias necesarias para su estado de vida.
2. Les daré paz a sus familias.
3. Les consolaré en todas sus penas.
4. Seré su refugio durante la vida y sobre todo a la hora de la muerte.
5. Derramaré abundantes bendiciones en todas sus empresas.
6. Los pecadores encontrarán en mi corazón un océano de misericordia.
7. Las almas tibias se volverán fervorosas.
8. Las almas fervorosas harán rápidos progresos en la perfección.
9. Bendeciré las casas donde mi imagen sea expuesta y venerada.
10. A quienes se ocupan de la salvación de las almas les otorgaré el don de mover los corazones más endurecidos.
11. Grabaré por siempre en mi corazón los nombres de aquellos que propaguen esa devoción. “Yo te prometo en la excesiva misericordia de mi corazón, que su amor omnipotente concederá a todos aquellos que comulguen nueve primeros viernes de mes seguidos, la gracia de la penitencia final: No morirán sin mi gracia, ni sin recibir los sacramentos, y mi Corazón divino será su refugio en aquel último momento.
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