Nuestra Madre María prometió a Santa Matilde y a otras almas piadosas que quien rezara diariamente tres avemarías, tendría su auxilio durante la vida y su especial asistencia a la hora de la muerte, presentándose en esa hora final con el brillo de una belleza tal que con solo verla la consolaría y le transmitiría las alegrías del Cielo.
El Avemaría
La primera parte del Avemaría corresponde a la Anunciación que el Ángel Gabriel hizo a María, seguido por el saludo de Santa Isabel a María, durante la Visita de la Santa Madre de Dios a su prima, madre de San Juan el Bautista (Lc. 1, 26-56). La segunda parte es una petición que le hacemos a nuestra Santa Madre para que ruegue por nosotros, reconociéndonos como pecadores, y especialmente en la decisiva hora de la muerte.
La devoción de las Tres Avemarías
Consiste en rezar tres veces el Avemaría a la Santísima Virgen, Madre de Dios y Madre nuestra, para honrarla o para alcanzar algún favor por su mediación. (Rezarlas por la mañana, tarde y noche son de mayor agrado de Nuestra Señora y mayor beneficio para nuestras necesidades)
Con esta devoción honramos los tres principales atributos de María Santísima:
El poder que le otorgó Dios Padre, por ser su Hija predilecta;
La sabiduría con que la adornó su Hijo al elegirla como su Madre y
La misericordia de que la llenó Dios Espíritu Santo, al escogerla como su inmaculada
Esposa.
Con el rezo de Las Tres Avemarías veneramos a la Virgen en su relación con Dios Trino agradeciéndole a la Santísima Trinidad los privilegios que le han sido otorgados a nuestra Madre: poder, sabiduría, amor, bondad; como le fue revelado a Santa Gertrudis: “Después del Poder del Padre, la Sabiduría del Hijo, y la Ternura misericordiosa del Espíritu Santo, nada se aproxima al Poder, la Sabiduría y la Ternura misericordiosa de María”. Por desea de Jesucristo, María es nuestra Madre y cada vez que la saludamos con los Tres Avemarías la estamos instando a que haga uso del poder, la sabiduría y el amor con los que Dios la ha colmado.
Nuestra Tierna y Amorosa Madre del Cielo nos invita a rezar cuando dice: “La devoción de las Tres Avemarías siempre me fue muy grata. No dejéis de rezarlas y de hacerlas rezar a cuanto podáis pues cada día tendréis pruebas de su eficacia”.
Revelaciones de la devoción
Esta devoción fue revelada por Nuestra Santísima Madre a las gemelas Santa Gertrudis y Santa Matilde, a fines del Siglo XIII en el monasterio de Helfta, en Sajonia. Éstas santas místicas las plasmaron en los libros “Revelaciones de Santa Gertrudis” que contienen los cinco tomos de El Heraldo de la amorosa bondad de Dios y “Revelaciones de Santa Matilde” conocido como Libro de la Gracia Especial.
La Virgen María le dijo a Santa Gertrudis que “quienes la venerasen en su relación con la Beatísima Trinidad, experimentarían el poder que le ha comunicado la Omnipotencia del Padre como Madre de Dios; admiraría los ingeniosos medios que le inspira la sabiduría del Hijo para la salvación de los hombres, y contemplaría la ardiente caridad encendida en su corazón por el Espíritu Santo”. Además nos promete, según lo dijo a la misma santa, refiriéndose a todos los que la invocamos diariamente evocando el Poder, la Sabiduría y el Amor que le fueron comunicados por la Santísima Trinidad que: “a la hora de su muerte me mostraré a él con el brillo de una belleza tan grande, que mi vista le consolará y le comunicará las alegrías celestiales”.
Según lo dicho por el Señor a Santa Gertrudis, cuantas veces reza un cristiano el Avemaría, otras tantas brotan del seno del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo tres impetuosos arroyuelos que van a penetrar suavemente en el corazón de la Virgen. Luego, saliendo de este mismo corazón, van a buscar su origen, y estrellándose al pie del trono de Dios, dejándola poderosísima, según el Padre, sapientísima, según el Hijo, y llena de amor y misericordia, según el Espíritu Santo. Mientras se reza el Avemaría corren esos arroyuelos con gran ímpetu en torno a la Santa Madre inundándola, y vuelven a precipitarse nuevamente sobre su Corazón.
Como Santa Matilde suplicase a la Santísima Virgen que la asistiera en la hora de la muerte, oyó que la benignísima Señora le decía: “Sí que lo haré; pero quiero que por tu parte me reces diariamente tres Avemarías. La primera, pidiendo que así como Dios Padre me encumbró a un trono de gloria sin igual, haciéndome la más poderosa en el cielo y en la tierra, así también yo te asista en la tierra para fortificarte y apartar de ti toda potestad enemiga. Por la segunda Avemaría me pedirás que así como el Hijo de Dios me llenó de sabiduría, en tal extremo que tengo más conocimiento de la Santísima Trinidad que todos los Santos, así te asista yo en el trance de la muerte para llenar tu alma de las luces de la fe y de la verdadera sabiduría, para que no la oscurezcan las tinieblas del error e ignorancia. Por la tercera, pedirás que así como el Espíritu Santo me ha llenado de las dulzuras de su amor, y me ha hecho tan amable que después de Dios soy la más dulce y misericordiosa, así yo te asista en la muerte llenando tu alma de tal suavidad de amor divino, que toda pena y amargura de muerte se cambie para ti en delicias”.
Se cuenta que mientras Santa Gertrudis cantaba una vez los Maitines con sus hermanas en la fiesta de la Anunciación, vio de pronto en figuras a las Tres Personas de la Santísima Trinidad, y que del corazón de cada una de ellas salía un rayo que penetraba en el corazón de la Bienaventurada Virgen María. Luego oyó una voz que decía: «Después del Poder del Padre, de la Sabiduría del Hijo y de la Misericordia del Espíritu Santo, nada hay comparable al Poder, a la Sabiduría y a la Misericordia de María.”
En su Tratado de la Verdadera Devoción a la Santísima Virgen, San Luis María Grignion de Montfort dice acerca del Poder, Sabiduría y Amor que por medio de la Santísima Virgen vino Jesucristo al mundo y por medio de Ella debe también reinar en el mundo….
Dios Padre a pesar de haberle transmitido su poder a Nuestra Señora, consintió en que no hiciera ningún milagro al menos portentoso durante su vida. Por su parte, Dios Hijo, Nuestro Señor Jesucristo, a pesar de haberle comunicado su sabiduría consintió en que Ella casi no hablara y Dios Espíritu Santo a pesar de ser Ella su fiel Esposa aprobó que tanto los apóstoles como los evangelistas hablaran muy poco de Ella muy y sólo cuanto fuera necesario para dar a conocer a Jesucristo.
La Virgen María, es el tesoro del que los santos hablan, en el cual se ha encerrado lo más sagrado de la creación; es el depósito de todas las gracias al que Dios dio forma para almacenarlas en un solo recipiente. En una palabra, Dios omnipotente posee en Ella un riquísimo almacén en el que guarda lo más bello, refulgente, raro y precioso que posee, incluido su propio Hijo.
Dios Hijo confió a su Madre sus méritos infinitos y virtudes admirables, y la constituyó depositaria de todo cuanto Dios Padre le dio en herencia. De esa manera, la Santísima Virgen constituye su canal a través del cual hace llegar a los hombres sus abundantes misericordias.
Del mismo modo, Dios Espíritu Santo transfirió a su fiel Esposa, sus dones inefables, designándola, de ese modo, dispensadora de cuanto posee. Y así es como Ella distribuye a quien quiere y cuando quiere todos sus dones y gracias. Por consiguiente, es entendible que nada se concede a los hombres si no pasa previamente por sus manos virginales. Pues tal es la voluntad de Dios quiere que todo lo recibamos de María que de ese modo es enriquecida, ensalzada y honrada por el Altísimo.
El demonio trata de oscurecer la forma en que Dios ve y tiene en cuenta a Nuestra Madre Bendita. Desfigurándola, calumniándola y ofendiéndola cree poder destruir a la Iglesia y la obra del Creador. Sin embargo, la potestad divina es infinitamente superior y sus gracias eternamente perdurables por lo que sus perversas intenciones caen en el vacío siempre y cuando, se recurra a la divina protección de la Madre de Dios.
Otras promesas a quienes han practicado esta devoción
La Virgen Santísima le reveló al capuchino Diego Cádiz, apóstol de la Santísima Trinidad: “Una de las más agradables devociones que se le pueden ofrecer, es la de ayudarle a dar gracias a la Augusta Trinidad por el Poder que recibió del Padre Eterno, por la Sabiduría con que la enriqueció su Hijo y por la Caridad de que la llenó el Espíritu Santo”.
En una ocasión en que se hallaba Sor María Villani rezando las Tres Avemarías en el convento dominico al que pertenecía repentinamente, una voz celestial le dijo: “No solo alcanzaras las gracias que me pides, sino que en la vida y en la muerte prometo ser especial protectora tuya y de cuantos como tu practiquen esta devoción”.
Pontífices que practicaron esta devoción
Entre los Sumos Pontífices que autorizaron con su ejemplo esta devoción y la han recomendado a los fieles están:
Beato Pío IX rezaba las Tres Avemarías después de la Misa en su Capilla del Vaticano
León XIII extendió esta práctica a toda la Iglesia y concedió doscientos días de indulgencias a todos los que rezasen las Tres Avemarías y añadiesen la jaculatoria: «Madre mía, libradme en este día (o en esta noche) de pecado mortal».
San Pío X concedió trescientos días de indulgencias a los que rezaren las Tres Avemarías con esta otra jaculatoria: «¡Oh María!, por vuestra Inmaculada Concepción, purificad mi cuerpo y santificad mi alma.».
Benedicto XV elevó la Cofradía de las Tres Avemarías a una Archicofradía al otorgarle indulgencias preciosas con el poder de unir a todas las congregaciones del mismo tipo, y transmitirles sus propias indulgencias.
Qué hermoso sería decir como Santa Isabel: ¿Cómo he merecido yo que venga a mí la Madre de mi Señor? Para merecer esta gracia especial de nuestra tierna y misericordiosa Madre podemos alcanzarla practicando el rezo de las tres Avemarías tres veces al día: mañana, tarde y noche. De esta manera invocaremos a María como Virgen Poderosa, Madre de Misericordia y Trono de Sabiduría.
Medio de salvación, signo de predestinación
Uno de los medios de salvación más eficaz, y uno de los signos de predestinación más seguro, es la devoción a la Santísima Virgen. San Alfonso de Ligorio afirmaba con certeza: “Un siervo devoto de María nunca perecerá”. Lo más importante es perseverar fielmente en esta devoción hasta la muerte.
San Antonio de Padua, que con el objeto de honrar la virginidad sin mancha de María y preservar una pureza perfecta de la mente, el corazón, y el cuerpo en medio de los peligros del mundo cosechó tales frutos preciosos.
San Leonardo de Puerto Mauricio, célebre misionario rezaba tres Avemarías a la mañana y otras tres a la noche en honor de María Inmaculada con la intención de obtener gracias para evitar durante todo el día todos los pecados mortales; además prometió de una manera especial la salvación eterna a todos aquellos que permanecieran fieles a esta práctica.
San Alfonso María de Ligorio adoptó esta devoción y le dio su apoyo aconsejándola hasta imponerla como penitencia para aquellos que no hubieran adoptado esta buena costumbre. Exhortó en particular a padres y confesores para velar por la felicidad de los niños y su fidelidad en el rezo diario de los Tres Avemarías.
San Leonardo de Puerto Mauricio, apóstol tan celoso de la salvación de las almas, lo recomendaba a piadosos y a pecadores, a jóvenes y viejos, a ricos y a pobres así como recomendaba a los confesores, con insistencia y fervor, que inculcasen la práctica en sus penitentes como remedio eficaz contra los vicios, la corrupción, los males y las impurezas. Hasta las personas consagradas a Dios obtendrán muchos frutos preciosos y saludables de esta práctica.
Devoción de las Tres Avemarías y novena
La devoción dio origen a la Novena de las Tres Avemarías según lo prometió la Virgen a Santa Matilde– nos asistirá en la hora de la muerte al rezar tres Avemaría por día, de hacerlo durante nueve jornadas consecutivas conseguirían para sus necesidades el socorro de su intercesión.
El mayor beneficio espiritual que la Virgen Santísima dispensa por medio de esta Novena es la salvación de innumerables almas para el cielo. Sin contar con las conversiones extraordinarias de pecadores moribundos que en el último instante de sus vidas y con el último aliento solicitaron los últimos Sacramentos; jóvenes descarriados, que han vuelto al camino del bien y a sus hogares; individuos crueles y perversos que se han arrepentido; matrimonios destruidos que han recuperaron la unión y la paz perdidas; almas atormentadas por diferentes penas han vuelto a la luz del Señor, verdadera cura de todos los males, tanto del cuerpo como del alma.
Para lograr alguno de estos beneficios solo hay que Hacer una o más Novenas implorando por nuestras necesidades, con fe y confianza, previa purificación del alma por medio de la confesión. Dios otorga mercedes y dispensa a todo aquel que lo hace, con la divina intersección de su madre a solicitud mediante el rezo de
Las Tres Avemarías
(Pueden decirse por las tres avemarías que se dicen al terminar algún rosario)
"María Madre mía, líbrame de caer en pecado mortal.”
1. Por el poder que te concedió el Padre Eterno haciéndote la más poderosa en el cielo y en la tierra, así también asísteme en la tierra para fortificarme y apartarme de mi toda potestad enemiga. Dios te salve, María; llena eres de gracia; el Señor es contigo; bendita Tú eres entre todas las mujeres, y bendito es el fruto de tu vientre, Jesús. Santa María, Madre de Dios, ruega por nosotros, pecadores, ahora y en la hora de nuestra muerte. Amén.
«¡Oh María!, por tu Inmaculada Concepción, purifica mi cuerpo y santifica mi alma.».
2. Por la sabiduría que te concedió el Hijo asísteme en el trance de la muerte para llenar mi alma de las luces de la fe y de la verdadera sabiduría, para que no la oscurezcan las tinieblas del error y la ignorancia. Dios te salve, María; llena eres de gracia; el Señor es contigo; bendita Tú eres entre todas las mujeres, y bendito es el fruto de tu vientre, Jesús. Santa María, Madre de Dios, ruega por nosotros, pecadores, ahora y en la hora de nuestra muerte. Amén.
«¡Oh María!, por tu Inmaculada Concepción, purifica mi cuerpo y santifica mi alma.».
3. Por el Amor que te concedió el Espíritu Santo haciéndote tan amable que después de Dios eres la más dulce y misericordiosa, asísteme en la muerte llenando mi alma de tal suavidad de amor divino, que toda pena y amargura de muerte se cambie para mí en delicias”. Dios te salve, María; llena eres de gracia; el Señor es contigo; bendita Tú eres entre todas las mujeres, y bendito es el fruto de tu vientre, Jesús. Santa María, Madre de Dios, ruega por nosotros, pecadores, ahora y en la hora de nuestra muerte. Amén.
«¡Oh María!, por tu Inmaculada Concepción, purifica mi cuerpo y santifica mi alma.».
¡Gloria al Padre, al Hijo y al Espíritu Santo. Como era en el principio, ahora y siempre por los siglos de los siglos. Amén!"
Para alcanzar las gracias que le solicites haz esta oración en la mañana, tarde y en la noche en estado de purificación (confesión previa)
Novena de las Tres Avemarías
1ª Avemaría
Oh María, Virgen poderosa, a quien nada es imposible! Te suplico, por el poder con que te distinguió Dios Padre Omnipotente, haciéndote la más poderosa en el cielo y en la tierra, que me asistas para fortificarme y apartar de mi toda potestad enemiga. Socórreme en la presente necesidad… ¡Oh Abogada de las causas más desesperadas, ayúdame! En ello están interesados la gloria de Dios, tu honra y el bien de mi alma.
Si la gracia que pido está conforme con la amabilísima y santísima voluntad de Dios, intercede, omnipotencia suplicante, intercede por mí ante tu Hijo, que nada te puede negar. Te lo pido por ese poder ilimitado que te comunicó el Padre Celestial, ya que, para celebrarlo, te digo con Santa Matilde a quien revelaste la práctica saludable de las Tres Avemarías: Dios te salve, María; llena eres de gracia; el Señor es contigo; bendita Tú eres entre todas las mujeres, y bendito es el fruto de tu vientre, Jesús. Santa María, Madre de Dios, ruega por nosotros, pecadores, ahora y en la hora de nuestra muerte. Amén.
2ª Avemaría
Purísima Virgen, justamente llamada Trono de la sabiduría, porque en Ti moró la Sabiduría increada, el Verbo de Dios, y te comunicó toda la plenitud de su divina ciencia en la medida que podía participarla a la más perfecta de las criaturas. Tu sabes bien cuán grande es mi miseria y la necesidad que tengo de tu auxilio.
Me abandono del todo en tus manos, confiando en que tu divina Sabiduría lo ordenará todo con fuerza y suavidad a mayor gloria de Dios y provecho de mi alma, y que, por los medios más convenientes, acudirás a socorrer mi necesidad.
¡Oh María, Madre de la divina sabiduría! Dígnate alcanzarme el favor que solicito. Te lo pido por esa inefable sabiduría con que el Verbo, Hijo tuyo, ilustró tu inteligencia asísteme en el trance de la vida y la muerte para llenar mi alma de las luces de la fe y de la verdadera sabiduría, para que no la oscurezcan las tinieblas del error y la ignorancia, mostrando a mis ojos aquellas cosas que son de Dios para no caiga en el engaño de enemigo ya que, para celebrarla, te digo con San Antonio de Padua y San Leonardo de Puerto Mauricio, celosísimos propagadores de las Tres Avemarías: Dios te salve, María; llena eres de gracia; el Señor es contigo; bendita Tú eres entre todas las mujeres, y bendito es el fruto de tu vientre, Jesús. Santa María, Madre de Dios, ruega por nosotros, pecadores, ahora y en la hora de nuestra muerte. Amén.
3ª Avemaría
¡Oh tierna y verdadera Madre de Misericordia, que en estos últimos tiempos te has llamado Tu misma "Madre la más misericordiosa"! A Ti acudo para que uses conmigo de compasión y bondad, con tanta mayor razón cuanto es mayor mi miseria.
No soy acreedor a la gracia que de Ti espero, ya que tantas veces te he contristado, ofendiendo a tu divino Hijo; pero estoy sinceramente arrepentido de haber traspasado con mis pecados el amante Corazón de Jesús y el Tuyo. ¿No eres Tú, según lo revelaste a tu sierva Santa Brígida, la "Madre de los pecadores arrepentidos"? Perdóname, pues, mis pasadas ingratitudes; y teniendo sólo en cuenta tu misericordiosa bondad y la gloria que de ello resultará para Dios y para Ti misma, dame me la gracia que te pido.
¡Oh Tu, a quien nadie ha implorado en vano! ¡Oh clementísima, oh piadosa, oh dulce Virgen María! Dígnate socorrerme. Te lo pido por esa misericordiosa bondad de que en favor nuestro te ha llenado el Espíritu Santo, haciéndote la más amable que después de Dios eres la más dulce y misericordiosa, asísteme en la muerte llenando mi alma de tal suavidad de amor divino, que toda pena y amargura de muerte se cambie para mí en delicias” y para celebrarla, te digo con San Alfonso María de Ligorio, incomparable Apóstol de tu misericordia y doctor de las Tres Avemarías: Dios te salve, María; llena eres de gracia; el Señor es contigo; bendita Tú eres entre todas las mujeres, y bendito es el fruto de tu vientre, Jesús. Santa María, Madre de Dios, ruega por nosotros, pecadores, ahora y en la hora de nuestra muerte. Amén.
"María, madre mía, líbrame de caer en pecado mortal!
(Tres veces)
Oración final
Acuérdate, ¡oh clementísima Virgen María!, que jamás se ha oído decir que ninguno de los que han acudido a tu protección invocando tu Poder, tu Sabiduría y tu Misericordia para el remedio de sus males, haya visto defraudadas sus esperanzas. Animado con esta confianza a Ti también acudo, ¡oh Poderosísima Reina!, ¡oh Sapientísima Virgen!, ¡oh Misericordiosísima Madre!, te suplico vengas a socorrerme con estos tres atributos de que te adornó la Beatísima Trinidad para consuelo de los desvalidos.
¡Oh piadosísima Señora! ¡Oh trono de la Sabiduría! ¡Oh clementísima Abogada!, no desprecies las súplicas de este pobre pecador, que implora vuestro poder para que le defiendas y protejas, tu sabiduría para que le guíes y enseñes y tu misericordia para que, benigna, le ampares en todo peligro y le favorezcas en sus necesidades.
¡Oh María, Hija del Padre, Madre del Verbo Encarnado y Esposa del Espíritu Santo!, no despreciéis mi humilde oración; antes bien, acógela piadosa, intercede para que sea despachada favorablemente y brille más a los ojos de todos tu gran poder, tu admirable sabiduría y tu inagotable misericordia, y sea todo a gloria de la adorabilísima Trinidad, que te enriqueció con tan preciosos dones. Amén.
Consagración a La Madre de Dios
¡Señora y Madre mía! Yo me ofrezco del todo a ti.
Y en prueba de mi filial afecto,
te consagro en este día mis ojos,
mis oídos, mi lengua, mi corazón,
en una palabra, todo mi ser.
Ya que soy todo tuyo, madre de bondad,
guárdame y defiéndeme como cosa y posesión tuya.
Amen.
Oración a Mater Admirabilis.
Oh Madre Santísima de Jesús!,
venimos a Ti como a la fuente viva que refrigera,
como a la llama
que calienta,
como a la aurora que disipa las tinieblas,
como a la Madre siempre atenta a las necesidades de sus hijos.
¡Oh Madre Admirable!,
hay horas, en que el camino de nuestra vida es duro.
No es fácil andar siempre con paso igual
en el camino del deber.
No es fácil amar al prójimo, nuestro hermano,
como Jesús quiere que lo amenos.
No es fácil conservar un alma serena
en medio de las vicisitudes de la vida.
No es fácil amar a las criaturas
y reservarse para Dios.
No es fácil hacerse pequeño y humilde
cuando el orgullo relama.
No es fácil ir caminando hacia el Dios de luz
por caminos llenos de sombra.
Hay días en los que todo es carga.
Pero Tú, oh Madre Admirable, haces todo fácil.
Y sin embargo, no quitas el sacrificio de nuestros caminos,
como Dios tampoco lo quitó del tuyo,
pero facilitas el esfuerzo haciendo que crezca el amor.
El amor siempre vencedor en Ti,
te hizo decir en el umbral de vuestro destino:
"Fiat mihi secundurn Verbum tuum".
Esta palabra de adhesión al amor que te guiaba,
jamás la retiraste.
Jamás te rebelaste ante el sufrimiento,
sino que ofreciste a su acción un alma
mansa y humilde entregada a Dios.
¡Oh María!, que tu ejemplo sea mi fuerza.
Haz que todo sea fácil en mi vida,
no suprimiendo toda pena sino por un amor generoso,
siembre mayor que la pena.
¡Oh Madre dulcísima!,
dame un corazón lleno de fortaleza;
y si ves que mi amor se apaga pronto, te suplico,
da a tu hijo(a) un poco del tuyo
y repítele la lección del verdadero amor.
Oración poética a Ntra. Sra. de las Tres Avemarías (Puede ser rezarse diario o como novena.)
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Créditos: La "Novena a Nuestra Señora de las Tres Avemarías" y "Oración poética a Nuestra Señora de las Tres Avemarías" corresponden a los textos oficiales difundidos por la revista "El Propagador de las Tres Avemarías", tomado de: " El Ángel de la Web" de Ángel Rodríguez Villagrán. CATALUÑA-España. (La oración, la novena y la oración poética)
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