Jesús pidió a Santa Margarita de Alacoque difundir y propagar el culto a su adorable Corazón.
En 1675 Jesús le dijo: “Es esto lo que yo te pido: que el primer viernes después de la octava de Corpus Christi, sea dedicado a una fiesta particular para honrar a mi Corazón, participando en aquel día a la Santa Comunión y haciéndole con digna reparación por los indignos tratamientos que recibe en el Santo Altar. Y Yo te prometo que mi Corazón se dilatará para esparcir con abundancia las riquezas de su Amor sobre todos los que rendirán dicho honor y procurarán que otros hagan los mismo”.
Las promesas hechas por el Sagrado Corazón de Jesús:
1º A las almas consagradas a mi Corazón, les daré las gracias necesarias para su estado.
2º Daré paz a sus familias.
3º Las consolaré en todas sus aflicciones.
4º Seré su amparo y refugio seguro durante la vida, y principalmente en la hora de la muerte.
5º Derramaré bendiciones abundantes sobre sus empresas.
6º Los pecadores hallarán en mi Corazón la fuente y el océano de la misericordia.
7º Las almas tibias se harán fervorosas.
8º Las almas fervorosas se elevarán rápidamente a gran perfección.
9º Bendeciré las casas en que la imagen de mi Sagrado Corazón se exponga y sea honrada.
10º Daré a los sacerdotes la gracia de mover los corazones más empedernidos.
11º Las personas que propaguen esta devoción tendrán escrito su nombre en mi Corazón y jamás será borrado de él. (Esta primera es considerada como la GRAN PROMESA dada por Jesús)
Estas promesas expresan, el deseo ardiente que Nuestro Señor tiene de ser amado; que se conozcan los tesoros de su Corazón y las gracias que con abundancia derrama sobre los que practiquen la devoción al Sagrado Corazón de Jesús.
LA CONSAGRACIÓN DIARIA AL SAGRADO CORAZÓN.
(Acto de Consagración que hizo de sí Santa Margarita María al Divino Corazón de Jesús)
Yo, (nombre), me dedico y consagro al Sagrado Corazón de Nuestro Señor Jesucristo; le entrego mi persona y mi vida, mis acciones, penas y sufrimientos, para no querer ya servirme de ninguna parte de mi ser sino para honrarle, amarle y glorificarle. Ésta es mi irrevocable voluntad: pertenecerle a Él enteramente y hacerlo todo por amor suyo, renunciando de todo mi corazón a cuanto pueda disgustarle.
Te tomo, pues, Corazón divino, como único objeto de mi amor, por protector de mi vida, seguridad de mi salvación, remedio de mi fragilidad y mi inconstancia, reparador de todas las faltas de mi vida, y mi asilo seguro en la hora de la muerte. Sé, pues, Corazón bondadoso, mi justificación para con Dios Padre, y desvía de mí los rayos de su justa indignación. Corazón amorosísimo, en ti pongo toda mi confianza, porque, aun temiéndolo todo de mi flaqueza, todo lo espero de tu bondad. Consume, pues, en mí todo cuanto pueda disgustarte o resistirte. Imprímase tu amor tan profundamente en mi corazón, que no pueda olvidarte jamás, ni verme separado de ti. Te ruego encarecidamente, por tu bondad que mi nombre esté escrito en ti. Ya que quiero constituir toda mi dicha y toda mi gloria en vivir y morir llevando las cadenas de tu esclavitud. Así sea.
La confianza es un acto de la voluntad por el que esperamos conseguir de Dios nuestra salvación y los medios necesarios para ello. Es una virtud que encierra fe, esperanza y caridad. El fundamento de la confianza está en que Dios es nuestro Padre, que cuida de nosotros más que de los cuervos y los lirios (Lc. 12, 24-27).
Nadie disfruta más de la bondad del Corazón de Jesús que el que tiene mayor confianza en Él. El peor y mayor mal que el demonio nos hace después del pecado, es hacernos desconfiar. "Lo que más le agrada es la confianza en Él" (Santa Margarita).
Necesitamos la confianza y la mejor manera de alcanzarla es pedirla a Dios.
Podemos pedir la confianza y todas las gracias y bienes que necesitamos con "la novena de confianza".
"Vayamos con confianza al trono de la gracia". (Hb. 4, 16).
Modo de hacer la Novena de Confianza
Oh Jesús, a tu Corazón confío (esta alma, esta pena, este negocio), míralo, después haz lo que tu Corazón te diga; deja obrar a tu Corazón.
Oh Jesús, yo cuento contigo, yo me fío de Ti, yo me entrego a Ti, yo estoy seguro de Ti.
Padre nuestro, Ave María y Gloria.
Sagrado Corazón de Jesús, en Ti confío (nueve veces).
Oh dulce Jesús, que has dicho: "Si quieres agradarme, confía en Mí; si quieres agradarme más, confía más; si quieres agradarme inmensamente, confía inmensamente; las almas confiadas son las robadoras de mis gracias". Yo confío inmensamente en Ti. En Ti, Señor, espero; no sea yo confundido eternamente. Amén.
ACTO DE CONFIANZA EN EL CORAZÓN DE JESÚS
¡Oh Corazón de Jesús!, Dios y hombre verdadero, delicia de los Santos, refugio de los pecadores y esperanza de los que en Ti confían; Tú nos decías amablemente: “Venid a mí”; y nos repetiste las palabras que dijiste al paralítico: “Confía, hijo mío; tus pecados te son perdonados”, y a la mujer enferma: “Confía, hija; tu fe te ha salvado”, y a los Apóstoles: “Confiad, yo soy, no temáis”. Animado con estas vuestras palabras, acudo a Vos con el corazón lleno de confianza, para deciros sinceramente y de lo más íntimo de mi alma: Corazón de Jesús, en Vos confío.
(A cada invocación decimos “CORAZÓN DE JESÚS EN VOS CONFÍO”)
En mis alegrías y tristezas,
En mis negocios y empresas,
En mis prosperidades y adversidades,
En las necesidades de mi familia,
En las tentaciones del demonio,
En las instigaciones de mis propias pasiones,
En las persecuciones de mis enemigos,
En las murmuraciones y calumnias,
En mis enfermedades y dolores,
En mis defectos y pecados,
En la santificación y salvación de mi alma,
Siempre y en toda ocasión,
En vida y muerte,
En tiempo y eternidad,
Corazón de mi amable Jesús, confío y confiaré siempre en vuestra bondad; y, por el Corazón de vuestra Madre, os pido que no desfallezca nunca esta mi confianza en Vos, a pesar de todas las contrariedades y de todas las pruebas que Vos quisierais enviarme, para que, habiendo sido mi consuelo en vida, seáis mi refugio en la hora de la muerte y mi gloria por toda la eternidad. Amén.
Oración final.
¡Oh, Señor Jesús!, vuestros santos misterios infundan en nosotros un fervor divino, con el que, recibida la suavidad de vuestro dulcísimo Corazón, aprendamos a despreciar lo terreno y amar lo celestial. Vos que vivís y reináis por los siglos de los siglos. Amén.
ACTO DE CONFIANZA DEL BEATO CLAUDIO DE LA COLOMBIÈRE
Dios mío, estoy tan persuadido de que velas sobre todos los que en ti esperan y de que nada puede faltar a quien de ti aguarda todas las cosas, que he resuelto vivir en adelante sin cuidado alguno, descargando sobre ti todas mis inquietudes. Ya dormiré en paz y descansaré, porque Tú, solo Tú has asegurado mi esperanza.
Los hombres pueden despojarme de los bienes y de la reputación; las enfermedades pueden quitarme las fuerzas y los medios de servirte; yo mismo puedo perder tu gracia por el pecado; pero no perderé mi esperanza; la conservaré hasta el último instante de mi vida y serán inútiles todos los esfuerzos de los demonios del infierno para arrancármela. Dormiré y descansaré en paz.
Que otros esperen su felicidad de su riqueza o de sus talentos; que se apoyen sobre la inocencia de su vida, o sobre el rigor de su penitencia, o sobre el número de sus buenas obras, o sobre el fervor de sus oraciones. En cuanto a mí, Señor, toda mi confianza es mi confianza misma. Porque Tú Señor, sólo Tú, has asegurado mi esperanza.
A nadie engañó esta confianza. Ninguno de los que han esperado en el Señor, ha quedado frustrado en su confianza. Por tanto, estoy seguro de que seré eternamente feliz, porque firmemente espero serlo y porque de ti, Dios mío, es de quien lo espero. En ti esperaré, Señor, y jamás seré confundido.
Bien conozco, y demasiado lo conozco, que soy frágil e inconstante; sé cuánto pueden las tentaciones contra la virtud más firme; he visto caer los astros del cielo y las columnas del firmamento; pero nada de esto puede aterrarme. Mientras mantenga firme mi esperanza, me conservaré a cubierto de todas las calamidades; y estoy seguro de esperar siempre, porque espero igualmente esta invariable esperanza.
En fin, estoy seguro de que no puedo esperar con exceso de ti y de que conseguiré todo lo que hubiere esperado de ti. Así, espero que me sostendrás en las más rápidas y resbaladizas pendientes, que me fortalecerás contra los más violentos asaltos y que harás triunfar mi flaqueza sobre mis más formidables enemigos. Espero que me amarás siempre y que yo te amaré sin interrupción; y para llegar de una vez con toda mi esperanza tan lejos como puede llegarse, te espero a ti mismo, Creador mío, para el tiempo y para la eternidad. Así sea.
A LA LLAGA DEL SAGRADO COSTADO Y CORAZÓN DE JESUCRISTO.
Benignísimo Jesús, la llaga de tu Sagrado Corazón sea para mí refugio, fortaleza y defensa contra tu ira, y remedio de todos los pecados, especialmente los mortales, de los engaños del demonio, mundo, carne y amor propio; de todos los peligros del cuerpo, y, sobre todo, me sirva para evitar la condenación eterna. Sea también abismo donde desaparezcan todos mis pecados, al cual con perfecto aborrecimiento y dolor de corazón arrojo todas mis imperfecciones, para no volverlas a cometer jamás. Dignaos concederme, amabilísimo Jesús, aunque no sea más que una gotita de sangre de la llaga de vuestro misericordiosísimo Corazón, en prenda y señal de que me perdonáis para siempre todos mis pecados. Encerradme en lo más íntimo de vuestro Corazón, y allí guardadme, aquilatadme, abrasadme, purificadme, encendedme hasta convertirme y sublimarme a vuestra perfecta semejanza en fuego divino, haciéndome lo más semejante a Vos, de modo que, desapareciendo yo en cuanto sea posible, sólo busque en todas mis acciones el gusto y voluntad de vuestro purísimo Corazón. Amén.
Señor que habéis dicho: "Buscad y hallaréis llamad y se os abrirá, pedid y recibiréis." Yo busco, yo llamo y pido esta gracia.
Para reflexionar
Si queremos ir con Dios el camino a seguir es Jesús. Para llegar al Corazón de Jesús el camino es el Inmaculado Corazón de María, el Santo Amor: su Madre.
María es nuestro ejemplo a seguir, es la mujer llena de virtudes y cualidades santas que nos muestran y a la vez nos enseña cómo ser, cómo vivir y cómo agradar a Dios. Ella fue humilde y obediente, seamos como ella. Hagamos nuestros actos con plena sencillez, humildad y mansedumbre. Demos a los demás un trato de hermanos y procuremos únicamente practicar los valores morales que hacen digna a cada persona y sobre todo que hacen que nuestros actos sean agradables a los ojos de Dios.
Procuremos confesarnos cada vez que tengamos pecado y lo más importante: NO VOLVER A PECAR, evitemos caer en pecado para que podamos comulgar más seguido. Tengamos una vida santa como la de María para poder llegar a Jesús quien nos conducirá a Dios Padre.
Varias oraciones nos ayudan a alimentar nuestro corazón con el amor del Sagrado Corazón de Jesús, muchas de ellas están en el Devocionario a la Preciosísima Sangre de Nuestro Señor Jesucristo reveladas al nigeriano Bernabé Nwoye. Al leerlas se hace una profunda reflexión por todas nuestras acciones pecaminosas que dan mucho dolor al Sacratísimo Corazón de Jesús. Hagamos oraciones de consolación y de reparación al Jesucristo agonizante, Él dio la vida por nosotros, démosle unos minutos de nuestro día ofreciéndoselos en oración. Quienes hacen estas oraciones alcanzan la salud y muchas promesas más.
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