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lunes, 3 de junio de 2013

San Juan Bautista

La voz del que clama en el desierto

Fiesta La Natividad de San Juan 24 de junio
Precursor del nacimiento y de la muerte de Cristo.

 

Hijo del sacerdote Zacarías e Isabel que eran ya ancianos pero por anuncio del ángel del Señor se Dios les daría un hijo a quien debían llamar Juan. Como Zacarías dudó por su vejez, se quedó mudo hasta que todo sucedió. La Virgen María, fue a visitar a Isabel y al oírse el saludo de María, el niño saltó de júbilo en su vientre. Zacarías recupera su voz y lo primero que dice es: "Bendito el Señor, Dios de Israel".
Juan anunció la venida del Salvador, predicando el arrepentimiento de los pecados y la conversión cambiar la manera de vivir, haciendo un esfuerzo constante para vivir de acuerdo con la voluntad de Dios y poder entrar en el Reino; y bautizando en el río Jordán.
Estando Juan en el Río Jordán vino a él Jesús y lo reconoció al pedirle Él que lo bautizara. En ese momento se abrieron los cielos y se escuchó la voz del Padre que decía: "Éste es mi Hijo amado...". Juan dio testimonio de esto diciendo: "Éste es el Cordero de Dios...". Reconoció siempre la grandeza de Jesús, del que dijo no ser digno de desatarle las correas de sus sandalias, al proclamar que él debía disminuir y Jesús crecer porque el que viene de arriba está sobre todos.
Fue testigo de la verdad hasta su muerte. Murió por amor a ella. Herodías, la mujer ilegítima de Herodes, (y mujer de su hermano), no quería a Juan el Bautista y deseaba matarlo porque que Juan repetía a Herodes: "No te es lícito tenerla". La hija de Herodías, le pidió la cabeza de Juan a su Padre Herodes quien mandó le cortaran la cabeza.

La vida de Juan Bautista nos enseña

  • A cumplir la misión que adquirimos con el bautismo: ser testigos de Cristo viviendo en la verdad de su palabra; transmitir esta verdad a quien no la tiene, por medio de nuestra palabra y ejemplo de vida; a ser piedras vivas de la Iglesia.
  • A reconocer a Jesús como el más importante y como la Verdad que debemos seguir.
  • Tener arrepentimiento de los pecados y hacer confesión.
  • Hacer examen de conciencia diario revisando nuestro comportamiento ante Dios y ante los demás para cambiar de manera de vivir por amor a Dios.
  •  Prepararnos para recibir a Jesús por segunda vez.

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