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viernes, 1 de noviembre de 2013

JESUCRISTO REY DEL UNIVERSO

NUESTRO SEÑOR JESUCRISTO REY DEL UNIVERSO

24 de noviembre

IMAGEN CRISTOREY

Fiesta de Cristo Rey del Universo. Esta es una de las fiestas más importantes del calendario litúrgico, porque celebramos que Cristo es el Rey del universo. Su Reino es el Reino de la verdad y la vida, de la santidad y la gracia, de la justicia, del amor y la paz.

Al celebrar la fiesta de Cristo Rey para cerrar el año litúrgico se quiso resaltar la importancia de Cristo como centro de toda la historia universal. Es el Alfa y el Omega, el Principio y el Fin. Cristo reina en las personas con su mensaje de amor, justicia y servicio. El Reino de Cristo es eterno y universal, es decir, para siempre y para todos los hombres. Es importante recordar que el Reino de Cristo ya ha comenzado, pues se hizo presente en la tierra a partir de su venida al mundo hace casi dos mil años, pero Cristo no reinará definitivamente sobre todos los hombres hasta que vuelva al mundo con toda su gloria al final de los tiempos, en la Parusía. En una de sus parábolas Jesús nos habla de la venida de Nuestro Rey: Cuando el Hijo del Hombre venga en su gloria rodeado de todos sus ángeles, se sentará en el trono de gloria, que es suyo. Todas las naciones serán llevadas a su presencia, y separará a unos de otros, al igual que el pastor separa las ovejas de los cabritos. y pondrá a aquellas a su derecha y a estos a su izquierda. Entonces el Rey dirá a los que están a su derecha: Vengan, benditos de mi Padre, y tomen posesión del reino que ha sido preparado para ustedes desde el principio del mundo. Porque tuve hambre y ustedes me dieron de comer; tuve sed y ustedes me dieron de beber. Fui forastero y ustedes me recibieron en su casa. Anduve sin ropas y me vistieron. Estuve enfermo y fueron a visitarme. Estuve en la cárcel y me fueron a ver. Entonces los justos dirán: Señor, ¿cuándo te vimos hambriento y te dimos de comer, o sediento y te dimos de beber? ¿Cuándo te vimos forastero y te recibimos, o sin ropa y te vestimos? ¿Cuándo te vimos enfermo o en la cárcel y fuimos a verte? El Rey responderá: En verdad les digo que, cuando lo hicieron con alguno de los más pequeños de estos mis hermanos, me lo hicieron a mí. Dirá después a los que estén a la izquierda: ¡Malditos, aléjense de mí y vayan al fuego eterno, que ha sido preparado para el diablo y para sus ángeles! Porque tuve hambre y ustedes no me dieron de comer; tuve sed y no me dieron de beber; era forastero y no me recibieron en su casa; estaba sin ropa y no me vistieron; estuve enfermo y encarcelado y no me visitaron. Estos preguntarán también: Señor, ¿cuándo te vimos hambriento o sediento, desnudo o forastero, enfermo o encarcelado, y no te ayudamos? El Rey les responderá: En verdad les digo: siempre que no lo hicieron con alguno de estos más pequeños, ustedes dejaron de hacérmelo a mí. Y éstos irán a un suplicio eterno, y los buenos a la vida eterna.» Mt. 25,31-46.

En la fiesta de Cristo Rey celebramos que Cristo puede empezar a reinar en nuestros corazones en el momento en que nosotros se lo permitamos: cuando den de comer al hambriento, al necesitado, cuando calmen la sed de un sediento de agua y de la Palabra de Dios; cuando reciban al prójimo en su casa, cuando vistan a quien no tiene ropas, cuando ayuden al enfermo o visiten al encarcelado para llevarle la paz del Señor, cuando demos limosna generosa para las necesidades de nuestra Iglesia y así el Reino de Dios puede hacerse presente en nuestra vida. De esta forma vamos instaurando desde ahora el Reino de Cristo en nosotros mismos y en nuestros hogares, en nuestros trabajos y en todas partes. Porque dando se recibe la entrada al reino de los cielos donde Cristo es Nuestro Rey.

Jesús nos dice que su reino “es semejante a un tesoro escondido en un campo, que quien lo encuentra lo oculta, y lleno de alegría, va, vende cuanto tiene y compra aquel campo”; “es semejante a un mercader que busca perlas preciosas, y hallando una de gran precio, va, vende todo cuanto tiene y la compra”. “La buena semilla es la gente del Reino. La maleza es la gente del Maligno”. Mt, 13,38 Seamos entonces semilla buena. En las Parábolas, Jesús nos hace ver claramente que vale la pena buscarlo y encontrarlo. Que vivir el Reino de Dios vale más que todos los tesoros de la tierra y que su crecimiento será discreto, sin que nadie sepa cómo ni cuándo, pero eficaz. La Iglesia tiene el encargo de Predicar y Extender el reinado de Jesucristo entre los hombres para alcanzar un mundo nuevo en el que reine el amor, la paz y la justicia y la salvación eterna de todos los hombres. Jesucristo es un Rey que ejerce su poder únicamente con la fuerza del amor, del perdón, de la humildad y de la mansedumbre. Un Rey que no atropella ni violenta a nadie, y que no impone su yugo o su ley por capricho. El que lo acepte como Rey, debe acogerlo libremente y abrazar su misma “lógica”, que es la del amor y del perdón.

Su soberanía es la del amor, de la justicia y de la paz. Su trono es una cruz; su cetro, una caña con la que le golpean la cabeza; su corona, una corona de espinas. Su reino es para los pobres y humildes de corazón, para los mansos, los pacíficos y los misericordiosos; para los perseguidos por la verdad y la justicia. Su programa de vida se resume n el Sermón de la montaña, en las bienaventuranzas y el mandamiento de la caridad. Sus súbditos y sus amigos predilectos son los pobres y pecadores; sus compañeros de destino, los malhechores, como el “buen ladrón” que fue crucificado junto a Jesús.

Es Rey del universo porque el mundo fue hecho por sus manos y la creación entera obedece dócilmente sus mandatos.

Su fuerza es el perdón, el amor y la misericordia. Para lograr que Jesús reine en nuestra vida, en primer lugar debemos:

Ø Conocer a Cristo a través de la lectura y reflexión del Evangelio (estudio de la Biblia),

Ø Hacer oración personal y los sacramentos. Oremos con profundidad y meditación escuchando a Cristo que nos habla. Al conocer a Cristo empezaremos a amarlo de manera espontánea, por que Él es toda bondad.

Ø Imitar a Jesucristo. El amor nos llevará casi sin darnos cuenta a pensar como Cristo, querer como Cristo y a sentir como Cristo, viviendo una vida de verdadera caridad y autenticidad cristiana. La mejor manera de imitarle es siguiendo los pasos del servicio que humilde y perfectamente nos enseño el mismo Rey del Universo.

Ø Cumplir el compromiso apostólico que consiste en llevar nuestro amor a la acción de extender el Reino de Cristo a todas las almas mediante obras concretas de apostolado. “Hay de mí si no evangelizare”. Dice San Pablo.

Durante el Año de la Fe defiende tu fe y evangeliza en nombre de “Cristo Rey!”.

¡Viva Cristo Rey! ¡Venga a nosotros tu Reino, Señor!

Oración a Cristo Rey.

¡Oh Cristo Jesús! Os reconozco por Rey universal. Todo lo que ha sido hecho, ha sido creado para Vos. Ejerced sobre mí todos vuestros derechos. Renuevo mis promesas del Bautismo, renunciando a Satanás, a sus pompas y a sus obras, y prometo vivir como buen cristiano. Y muy en particular me comprometo a hacer triunfar, según mis medios, los derechos de Dios y de vuestra Iglesia. ¡Divino Corazón de Jesús! Os ofrezco mis pobres acciones para que todos los corazones reconozcan vuestra Sagrada Realeza, y que así el reinado de vuestra paz se establezca en el Universo entero. Amén.
Consagración de la humanidad para el día de Cristo Rey por el Papa Pío XI

¡Dulcísimo Jesús, Redentor del género humano! Miradnos humildemente postrados; vuestros somos y vuestros queremos ser, y a fin de vivir más estrechamente unidos con vos, todos y cada uno espontáneamente nos consagramos en este día a vuestro Sacratísimo Corazón. Muchos, por desgracia, jamás, os han conocido; muchos, despreciando vuestros mandamientos, os han desechado. ¡Oh Jesús benignísimo!, compadeceos de los unos y de los otros, y atraedlos a todos a vuestro Corazón Santísimo. ¡Oh Señor! Sed Rey, no sólo de los hijos fieles que jamás se han alejado de Vos, sino también de los pródigos que os han abandonado; haced que vuelvan pronto a la casa paterna, que no perezcan de hambre y miseria. Sed Rey de aquellos que, por seducción del error o por espíritu de discordia, viven separados de Vos; devolvedlos al puerto de la verdad y a la unidad de la fe para que en breve se forme un solo rebaño bajo un solo Pastor. Sed Rey de los que permanecen todavía envueltos en las tinieblas de la idolatría; dignaos atraerlos a todos a la luz de vuestro reino. Conceded, ¡oh Señor!, incolumidad y libertad segura a vuestra Iglesia; otorgad a todos los pueblos la tranquilidad en el orden; haced que del uno al otro confín de la tierra no resuene sino ésta voz: ¡Alabado sea el Corazón divino, causa de nuestra salud! A Él se entonen cánticos de honor y de gloria por los siglos de los siglos. Amén.

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