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jueves, 1 de mayo de 2014

El trabajo

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El mandamiento del Creador: trabajar.

Dios creó al Hombre y lo estableció en el Huerto del Edén indicándole que lo cultivara y guardara (Gen 2,15). Luego estableció seis días de trabajo, siendo el sábado el último día laboral de la semana(Ex 20,8). Es decir, de lunes a sábado es obligación trabajar. En el Salmo  103,23 muestra al hombre que sale por la mañana  sale a hacer su trabajo hasta que entre la noche. Ahí nos indica la jornada a cumplir. Todos los trabajadores, aun cuando «no brillen por la cultura ni por el juicio», todos, sin embargo, cada uno en su oficio, «sostienen la creación» (Eclo 38,34). 

En Eclesiastés 38, 21-34 Dios nos explica como cada trabajador asegura la creación:

24. La sabiduría del escriba se adquiere en los ratos de sosiego, el que se libera de negocios se hará sabio.

25. ¿Cómo va a hacerse sabio el que empuña el arado, y se gloría de tener por lanza el aguijón, el que conduce bueyes, los arrea en sus trabajos y no sabe hablar más que de novillos?

26. Aplica su corazón a abrir surcos, y sus vigilias a cebar terneras.

27. De igual modo todo obrero o artesano, que trabaja día y noche; los que graban las efigies de los sellos, y su afán se centra en variar los detalles; ponen todo su corazón en igualar el modelo y gastan sus vigilias en rematar la obra.

28. También el herrero sentado junto al yunque, atento a los trabajos del hierro; el vaho del fuego sus carnes derrite, en el calor de la fragua se debate, el ruido del martillo le ensordece, y en el modelo del objeto tiene fijos sus ojos; pone su corazón en concluir sus obras, y sus vigilias en adornarlas al detalle.

29. De igual modo el alfarero sentado a su tarea y dando a la rueda con sus pies, preocupado sin cesar por su trabajo, toda su actividad concentrada en el número;

30. con su brazo moldea la arcilla, con sus pies vence su resistencia; pone su corazón en acabar el barnizado, y gasta sus vigilias en limpiar el horno.

31. Todos éstos ponen su confianza en sus manos, y cada uno se muestra sabio en su tarea.

32. Sin ellos no se construiría ciudad alguna, ni se podría habitar ni circular por ella.

33. Mas para el consejo del pueblo no se les busca, ni se les distingue en la asamblea. No se sientan en sitial de juez, ni meditan en la alianza del juicio.

34. No demuestran instrucción ni juicio, ni se les encuentra entre los que dicen máximas. Pero aseguran la creación eterna, el objeto de su oración son los trabajos de su oficio.

El trabajo dignifica, honra al hombre, la pereza lo condena.

La recomendación de San de Pablo es alentadora del trabajo pues aconseja: «distanciarse de todo hermano que viva en la ociosidad» bajo pretexto de que está próxima la parusía 2Tes 3,6. Y la ociosidad te condena a la pereza que es un pecado capital. Con pecados no podemos entrar al reino de los cielos. Ser trabajador incansable, trabajar con amor. Ser perezosos nos condena y el claro ejemplo lo tenemos en el Evangelio de San Mateo 25, 14-30:

”En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos esta parábola: Un hombre que se iba al extranjero llamó a sus siervos y les encomendó su hacienda: a uno dio cinco talentos, a otro dos y a otro uno, a cada cual según su capacidad; y se ausentó. enseguida, el que había recibido cinco talentos se puso a negociar con ellos y ganó otros cinco. Igualmente el que había recibido dos ganó otros dos. En cambio el que había recibido uno se fue, cavó un hoyo en tierra y escondió el dinero de su señor. Al cabo de mucho tiempo, vuelve el señor de aquellos siervos y ajusta cuentas con ellos. Llegándose el que había recibido cinco talentos, presentó otros cinco, diciendo: Señor, cinco talentos me entregaste; aquí tienes otros cinco que he ganado. Su señor le dijo: ¡Bien, siervo bueno y fiel!; en lo poco has sido fiel, al frente de lo mucho te pondré; entra en el gozo de tu señor. Llegándose también el de los dos talentos dijo: Señor, dos talentos me entregaste; aquí tienes otros dos que he ganado. Su señor le dijo: ¡Bien, siervo bueno y fiel!; en lo poco has sido fiel, al frente de lo mucho te pondré; entra en el gozo de tu señor. Llegándose también el que había recibido un talento dijo: Señor, sé que eres un hombre duro, que cosechas donde no sembraste y recoges donde no esparciste. Por eso me dio miedo, y fui y escondí en tierra tu talento. Mira, aquí tienes lo que es tuyo. Mas su señor le respondió: Siervo malo y perezoso, sabías que yo cosecho donde no sembré y recojo donde no esparcí; debías, pues, haber entregado mi dinero a los banqueros, y así, al volver yo, habría cobrado lo mío con los intereses. Quitadle, por tanto, su talento y dádselo al que tiene los diez talentos. Porque a todo el que tiene, se le dará y le sobrará; pero al que no tiene, aun lo que tiene se le quitará. Y a ese siervo inútil, echadle a las tinieblas de fuera. Allí será el llanto y el rechinar de dientes.”

Bien sabemos que quien no usa el los talentos que Dios nos dio para trabajar, dejar enterrado el talento sin hacerlo fructificar (Mt 25,14-3) va contra lo que Dios nos ha ordenado: dar buen fruto en nuestro trabajo de aquellos talentos que recibimos de Él.

La Palabra e Dios “es severa con la ociosidad: el perezoso no tiene qué comer Prov 13,4 y se expone a morir de hambre 21,25; nada hay como el hambre para estimular al trabajo 16,26, y san Pablo no vacila en utilizar este argumento para mostrar su aberración a los que se niegan a trabajar: «que no coman tampoco» 2Tes 3,10. La ociosidad es además una degradación: se admira a la mujer siempre solícita, que «no come el pan de la ociosidad» Prov 31,27 y se moteja al perezoso: «La puerta da vueltas sobre sus goznes, y el perezoso sobre su cama» 26,14. Ya no es un hombre, es «una pella de cieno», «un puñado de estiércol» Eclo 22,1s: que se aparta de uno con asco.” hjg.com.ar

“La Biblia, por el contrario, sabe apreciar el trabajo bien hecho, la habilidad y el empeño que pone en su labor el labrador, el herrero o el alfarero Eclo 38,26.28.30. Se llena de admiración ante los logros del arte, el palacio de Salomón 1Re 7,1-12 y su trono, «sin rival en ningún reino» 10,20, pero sobre todo el templo de Yahveh y sus maravillas 1Re 6 7,13-50. No tiene piedad para con la ceguera del fabricador de ídolos, pero respeta su habilidad y se indigna de que tantos esfuerzos se gasten sin provecho, por algo que es «nada» Is 40,19s 41,6s.” hjg.com.ar

El trabajo es ordenado por Dios para nuestro sustento y lo contrario a trabajo es la pereza, la cuál Dios la estableció como pecado que nos mantiene con hambre y nos hace morir por no tener que comer. Si el trabajo fue ordenado por Dios, no cumplirlo lo convierte en pecado. De tal manera que al amar a Dios lo haremos primeramente con el trabajo y todas nuestras buenas obras.

Decimos a Dios: “Padre Nuestro, danos hoy nuestro pan de cada día” y Él nos responde dándonos fuerza, energía, alegría y amor para realizar nuestro trabajo del cuál obtendremos los alimentos y a través de algunos de ellos obtendremos otras cosas necesarias para cubrir nuestras necesidades básicas. Por eso TRABAJEMOS CON AMOR Y ALEGRÍA. Que la fatiga no nos venza.

Pidamos a San José Obrero, Patrón de los trabajadores nos infunda su incansable deseo de trabajar y sobre todo ofrecer cada día de trabajo a Dios:

Señor Jesús, tú que fuiste el Hijo obediente de Dios, Hijo putativo de San José de quién aprendiste a trabajar con amor en el Taller de Nazareth, te ofrezco este día de trabajo para que tu dirijas mis manos, muevas mis pies, ilumines mis pensamientos y alegres mi día de trabajo. Yo te lo ofrezco con amor y confiado en Ti, trabajaré con fervor. Amén.

joseobrero

 

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