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sábado, 10 de mayo de 2014

María Madre Nuestra

 

No hay regalo más grande que Dios nos haya dado, después de dar su vida por nosotros, que darnos a su propia Madre como Madre Nuestra.

 

Gracias Mamá María por aceptarnos como hijos tuyos, siendo indignos, aún hoy nos abres tus brazos con maternal amor y nos llamas a ti para entregarnos a tu Hijo.

En el evangelio de Juan 19, 25-27 Jesús nos hereda a su madre como Madre nuestra y a nosotros nos deja cono hijos de tan dolorida Madre:

Nueva imagen (2)Junto a la cruz de Jesús, estaba su madre y la hermana de su madre, María, mujer de Cleofás, y María Magdalena. Al ver a la madre y cerca de ella al discípulo a quien Él amaba, Jesús le dijo: “Mujer, aquí tienes a tu hijo”. Luego dijo al discípulo: “Aquí tienes a tu madre”. Y desde aquella hora, el discípulo la acogió en su casa.

 

Juan. al aceptar a María como su Madre, lo hizo no tan solo para él, sino para toda la humanidad.

Jesús en toda su pasión y hasta el último instante de vida terrenal nos confirmó su inmenso amor pos nosotros, sus indignos hermanos menores. Nos deja a su pueblo al cuidado maternal de su Santísima Madre como hijos suyos, representados en ese momento por Juan.

De esta manera Jesús nos ofrece a su Madre,  nosotros, hermanos de Cristo nos hace hijos de María y como tales, como buenos hijos a ejemplo de San Juan recibamos ese amor maternal y aceptémosla también como nuestra Madre, pongámonos en manos de la Virgen, a su servicio, a su disposición, como lo hizo en su día el discípulo al acoger a la Virgen en su casa. Y en esa disposición tengamos la firme voluntad de entregarnos a ella como sus verdaderos hijos.

¿Cómo ser un verdadero hijo de María?

Es tan difícil para muchos porque no aceptan a María como esa Madre aceptada por el discípulo Juan. Cuando aceptamos a la Madre de Jesús como nuestra, cuando le decimos “si”, entonces el Espíritu Santo obra en nosotros y ser verdadero hijo de María es más fácil. Porque Dios, a través del Paráclito prometido por Jesús va poniéndonos un camino firme para llegar a Mamá María quien feliz nos recibirá para llevarnos con su hijo. ¿Qué madre no quiere a sus hijos reunidos? y más aún, salvados.

Caminemos el camino como ella siempre nos lo ha indicado: haciendo oración (Rosario Mariano), penitencia y ayuno. Orar todos los días, orar en familia. Alegremos a nuestra madre de los cielos dejando que escuche el santo Rosario Mariano en nuestras casas y dejemos que su amor nos conduzca en la vida.

Demos gracias a Mamá María no tan solo con flores, con mañanitas, sino también cumpliendo lo que ellas nos pide, siendo santos en nuestro actuar, en nuestro sentir, en nuestro pensar. Seamos santos en todo momento pues aunque una madre siempre intercede por sus hijos, Mamá María siempre intercede, ella cumple su papel de corredentora pero nosotros…¿cumplimos como hijos santos?

Todo lo que ha planeado Dios para el fin de los tiempos se cumplirá, la intercesión de Mamá María no logra salvar a las almas que no creen en Dios, que no lo aman y que no esperan su salvación; que al contrario se hunden más en las tinieblas, se visten de negro, de oscuridad cuando bien sabemos que hemos de mantenernos revestidos de luz, resplandecientes con nuestras túnicas blancas.

Nuestra Santa Madre siente una enorme tristeza cuando sus hijos no somos obedientes, cuando no buscamos la  santidad…¿Cómo decimos que amamos a nuestra Santa Madre si la ofendemos con nuestra tibieza, frialdad y rechazo a su Hijo? Cuando nos alejamos de las cosas de Dios es cuando lo rechazamos.

 

Alegremos a Mamá María volviendo a Dios.

 

No tan solo con flores, cantos, o visitando sus santuarios. De nada sirve ir a la Villa de Guadalupe y entrar a la Basílica de rodillas, solo raspas tus rodillas causándole a Mamá María el dolor de recordarle a su hijo flagelado, escarnecido. Bien se lo dijo a Santo Domingo en el año 1208 cuando éste fue al bosque porque los crímenes de los hombres obstaculizaban la conversión de los albigenses, y pasó en él tres días y tres noches en continua oración y penitencia flagelándose; se le apareció la Santísima Virgen y le dijo que esa no era la forma de pedirle algo, sino que lo hiciera con la salutación angélica, que hiciera su salterio. De tal forma queda confirmado que es haciendo el santo Rosario Mariano, al que en Fátima Portugal nuestra Madre agregó las oraciones que el ángel les enseñó a los videntes y otra que ella misma les enseñó.

ORACIÓN PARA OFRECER SACRIFICIOS

¡Oh Jesús, te ofrezco este sacrificio por tu amor, por la conversión de los pecadores y en reparación de los pecados que tanto ofenden al Inmaculado Corazón de María!

¡Dios mío, yo creo, adoro, espero y te amo! ¡Te pido perdón por los que no creen, no adoran, no esperan, no te aman! (Tres veces).

Santísima Trinidad, Padre, Hijo y Espíritu Santo, yo te adoro profundamente y te ofrezco el Preciosísimo Cuerpo, Sangre, Alma y Divinidad de nuestro Señor Jesucristo, presente en todos los Sagrarios del mundo, en reparación de los ultrajes con los que El es ofendido. Por los méritos infinitos del Sagrado Corazón de Jesús y del Inmaculado Corazón de María, te pido la conversión de los pecadores.

“Oh Jesús, perdona nuestros pecados, líbranos del fuego del infierno y lleva al cielo a todas las almas, socorre especialmente a las más necesitadas de tu Divina Misericordia. Amén”.

Dice nuestra Madre:

“Yo puedo todavía salvarlos de las calamidades que se acercan. Aquellos que ponen su confianza en Mí, se salvarán".

 Cumplamos entonces el deseo de nuestra Dulce Madre:

Pongamos nuestra confianza en Ella y recemos el Rosario con el corazón, como si fuera una plática tranquila entre nosotros y ellas, una imploración, un reconocimiento de nuestras culpas un deseo ferviente de amarla. Hacer el rosario de carretilla como comúnmente se hace en los velorios, o en cualquier ocasión, no es escuchado en el cielo (así lo afirma nuestra Santa Madre), no sirve de nada, es pérdida de tiempo. En cambio un rosario hecho con el corazón y más aún por niños inocentes puede ser milagroso. Recemos en familia pues quien lo reza así mantiene su familia unida.

Confiemos en Nuestra Dulce y Tierna Madre que nos ama y que nos da el arma más poderosa contra todo mal y para nuestra salvación; que ahora está en nuestra manos. Mamá María hace lo suyo y nosotros hagamos lo nuestro para alcanzar la salvación e ir con Nuestra Madre y entonces podamos decir:

Felicidades Santísima Madre María, aquí está este hijo tuyo consagrado a tu inmaculado corazón.

 

Que la llama de amor de Nuestra Santa Madre arda en nuestro corazón.

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