22 de julio
María Magdalena formó parte de los discípulos de Cristo, estuvo presente en el momento de su muerte y, en la madrugada del día de Pascua, tuvo el privilegio de ser la primera en ver al Redentor resucitado de entre los muertos (Mc 16, 9) Es la pecadora que ungió los pies del Señor (Lc., VII, 37-50); la posesa liberada por Jesús, que se integró a las mujeres que le asistían (Lc. VIII; Jn XX, 10-18) hasta la crucifixión y resurrección.
«La historia de María Magdalena nos recuerda una verdad fundamental: discípulo de Cristo es quien, en la experiencia de la debilidad humana, ha tenido la humildad de pedirle ayuda, ha sido curado por él, y le ha seguido de cerca, convirtiéndose en testigo de la potencia de su amor misericordioso, que es más fuerte que el pecado y la muerte». (Benedicto XVI)
Sigamos este ejemplo que nos da María Magdalena, acudamos a Jesús con humildad, imploremos su ayuda para ser curados de nuestros pecados y sigamos a Cristo llenos de amor. Preparémonos para recibir al Novio como las vírgenes prudentes que además llevaban aceite para mantener encendidas sus lámparas. El aceite serán nuestras buenas obras.
Esta mujer es una testigo de la misericordia de Dios que sabiendo Él cuántos pecados cometemos, nos espera con los brazos abiertos y nos insiste; “vuelvan a mí”Hay testigos tan grandes tan grandes de las maravillas del Señor como un predicador que en abril vino a Tuxtepec a darnos su testimonio: era homosexual y por el poder de Dios alcanzó el perdón y una conversión maravillosa que ahora comparte con nosotros sus hermanos.
Si conocen personas con pecados como los de María magdalena y como los del hermano que nos compartió su testimonio háblenles de esta santa y de cómo ellos también pueden recibir ese perdón y ser renovados en Cristo y alcanzar la salvación. Lo importante es reconocer que se vive en el pecado, tener verdadero arrepentimiento, confesarse y no volver a pecar nunca.
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