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sábado, 6 de julio de 2013

Santa Verónica

Fiesta 12 de julio.

Nueva imagen (8)

La hemorroisa de los evangelios, a la que el Señor curó de una enfermedad de flujos de sangre (Mt 9, 20-22) Es la mujer compasiva que secó la sangre de Jesús, en su camino al Calvario en la sexta estación del Via Crucis. Unos le agredían, otros permanecían indiferentes ante tanta crueldad. Ella se le acercó y le enjugó el rostro con su velo. Aquel divino rostro, cruelmente golpeado, ensangrentado y sudoroso suscitó en el corazón de Santa Verónica la misericordia. La fuente de Misericordia recibe de ella en aquel momento un amor que casi todos le negaron.

Santa Verónica es mujer de gran valentía, ya que su acto de amor le podría haber causado una peligrosa reacción por parte de los romanos o de las turbas. Es mujer de gran compasión, ya que venció todo miedo y decidió amar a Jesús en medio de una multitud movida por odio o la indiferencia.

12veronicaSanta Verónica, supo en ese momento consolar a Cristo en el Via Crucis y en premio a su compasión y amor al secarle la sangre con su velo, Él quiso quedarse impreso en esa tela, a la que se le conoce como el Velo de la Verónica que se encuentra en Manoppello. En él se describe “la efigie de un hombre de cabello largo, con la cara tumefacta, la frente ensangrentada, la nariz contusa (Mr 15:17 - Mt 27:29) y una mejilla hinchada (Jn 18:22).” El Santo Rostro impreso ha sido estudiado por 13 años También incluye estudios por el P. Heinrich Pfeiffer, quién dice podría ser además el “sudarium” de Jesús que se encontró en un lugar diferente que las vendas mencionadas en el Evangelio de S. Juan (Jn. 20, 7). El origen no es el único misterio del Santo Rostro. Según Donato Vittore, catedrático en la Universidad de Bari, que usó un analizador digital de muy alta resolución para estudiar el Velo, afirma que “No es una pintura“:

“En el espacio entre el hilo del urdido y el de la trama no hay residuos de color. […]Tenemos que excluir también el uso de la acuarela porque los contornos de la imagen son tan limpios en el ojo y en la boca. Observaciones bajo luz ultravioleta han confirmado que no hay pintura sobre el Velo. Hna. Blandina Paschalis Schlomer afirma que el Velo: “tiene una particularidad excepcional: parece una diapositiva estampada en la tela o un negativo fotográfico que se convierte en una pintura transparente. El estudio concluye que la imagen del Velo es la misma imagen de Cristo que se ve en la Sábana Santa de Turín. Tiene más de diez puntos de convergencia: caverna ocular izquierda, caverna ocular derecha con la “pequeña gota” confinada en el ámbito del iris, parte derecha de la nariz sobre el lado vertical, el pequeño círculo encima del labio superior etc. hasta que obtuve la perfecta superposición.” P. Andreas Resch llega a la misma conclusión, Jan S. Jaworski y Giulio Fanti comprobaron que la Sábana Santa de Turín y el Santo Rostro del Velo son la misma imagen.

Más importante aún que las reliquias y la imagen del Santo Rostro de Jesús es el mismo Rostro del Señor, presente en cada partícula de la Sagrada Eucaristía. ¿Cómo tratamos el Rostro de Jesús en el Santísimo Sacramento? ¿Le escupimos y abofeteamos con nuestros pecados? ¿Hacemos reparación adorándole debidamente? Es el espejo al que se refiere Sta. Clara: “Feliz ciertamente aquella a quien se le concede gozar de este banquete sagrado, para que se adhiera con todas la fibras del corazón a Aquel cuya hermosura admiran sin cesar todos los bienaventurados ejércitos celestiales…”(Carta IV a Sta. Inés de Praga). Como dijo Jesús a Sto. Tomás cuando se le apareció tras Su Resurrección: “Tú crees porque me has visto; dichosos los que creen sin haber visto.” (Jn. 20, 29)

Verónica creyó en Jesús y fue sanada, en agradecimiento fue compasiva con el Señor camino al Calvario donde le seca la sangre de su rostro y es premiada quedando su Santo Rostro impreso en su velo. Jesús, fuente de Misericordia, sigue recibiendo las mismas ofensas que recibió camino al su crucifixión. Adorémosle dignamente, ofrezcámosle actos de reparación y consolación, seamos la Verónica de estos tiempos.

Consolemos a Cristo como lo hizo Verónica: consolemos al necesitado brindándole lo que necesita, consolemos al dolido, al entristecido, al solitario. Pero sobre todo hoy consolemos a Cristo saliendo a  evangelizar en este mundo donde hay tantos incrédulos, vayamos a convencerlos que Cristo viene ya, pidamos a Santo Tomás que interceda ante Dios para ayudarnos a convencerlos. Consolemos a Cristo mostrándole nuestro amor predicando que creemos en Él, en su existencia y en su pronto regreso. Unámonos en un ejército de evangelizadores y salgamos al mundo con la misma valentía de Santa Verónica y hagamos labor evangelizadora.

No esperemos ser como Santo Tomás cuando resucitó Jesús que creyó en su resurrección hasta que lo vio con sus propios ojos y metió sus dedos en la llaga del costado. Creer en Cristo es decirle que lo amamos y que valoramos el precio de nuestra salvación.  Tratemos al rostro de Jesús con mucho amor.

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