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viernes, 14 de febrero de 2014

San Valentín

 

Presbítero y Mártir, 14 de febrero

Valentín, Santo

Patrono de los enamorados comprometidos en matrimonio. de los matrimonios, la familia los ciegos y los amigos.

 

Mártir en Roma a finales del siglo III. El día de San Valentín está considerado como «día de la suerte», en Alemania; y en Francia, Bélgica, Inglaterra y especialmente América, como «día de los enamorados».

San Valentín cumplió fielmente el primer y segundo Mandamientos de Dios: Amó a Dios por sobre todas las cosas que defendió su fe en todo momento y en  pleno tiempo de las persecuciones; lo cuál le llevaron al martirio. Amaba al prójimo como a sí mismo que se arriesgaba a casar a los enamorados comprometidos en matrimonio pese al decreto de las autoridades en el que se prohibía realizar casamientos, pues a ellos les convenían más soldados solteros a su servicio que casados.

A finales del siglo III (era de los mártires), por todo el Imperio romano predominaron las  persecuciones. Valentín, presbítero romano, residía en la capital del Imperio, reinando Claudio II. Su virtud y sabiduría le habían granjeado la veneración de los cristianos y de los mismos paganos. Por su gran caridad se había hecho merecedor del nombre de padre de los pobres.

La influencia que ejercía en todos los ambientes romanos, despertó en el emperador el deseo de conocerlo personalmente. Valentín, aprovechó para interceder en favor de su fe católica y contra del estado de persecución de la Iglesia.

El soberano, que estaba interesado en granjearse la amistad y la colaboración del inteligente sacerdote cristiano, escuchó con agrado sus razones. Por eso intentó disuadirle del que él creía un exagerado fanatismo; a lo que replicó Valentín evangélicamente: «Si conocierais, señor, el don de Dios, y quién es Aquel a quien yo adoro, os tendríais por feliz en reconocer a tan soberano dueño, y abjurando del culto de los falsos dioses adoraríais conmigo al solo Dios verdadero». Un letrado del emperador y Calfurnio, prefecto de la ciudad,  protestaron enérgicamente de las atrevidas palabras dirigidas contra los dioses romanos, calificándolas de blasfemas. Temeroso Claudio II de que el prefecto levantara al pueblo y se produjeran tumultos, ordenó que Valentín fuese juzgado con arreglo a las leyes.

Interrogado por Asterio, teniente del prefecto, Valentín continuó haciendo profesión de su fe, afirmando que es Jesucristo «la única luz verdadera que ilumina a todo hombre que viene a este mundo».

El juez, que tenía una hija ciega, al oír estas palabras, pretendiendo confundirle, le desafió: «Pues si es cierto que Cristo es la luz verdadera, te ofrezco ocasión de que lo pruebes; devuelve en su nombre la luz a los ojos de mi hija, que desde hace dos años están sumidos en las tinieblas, y entonces yo seré también cristiano».

Valentín hizo llamar a la joven a su presencia, y elevando a Dios su corazón lleno de fe, hizo sobre sus ojos la señal de la cruz, exclamando: «Tú que eres, Señor, la luz verdadera, no se la niegues a ésta tu sierva».

Al pronunciar estas palabras, la muchacha recobró milagrosamente la vista. Asterio y su esposa, conmovidos, se arrojaron a los pies del Santo, pidiéndole el Bautismo, que recibieron, juntamente con todos los suyos, después de instruidos en la fe católica.

El emperador se admiró del prodigio realizado y de la conversión obrada en la familia de Asterio; y aunque deseara salvar de la muerte al presbítero romano, tuvo miedo de parecer, ante el pueblo, sospechoso de cristianismo. Y San Valentín, después de ser encarcelado, cargado de cadenas, y apaleado con varas nudosas hasta quebrantarle los huesos, finalmente muere degollado .

Después de su martirio, se le adjudicó la advocación de Patrón de los hogares y del amor conyugal.

San Francisco de Sales aconsejaba a los jóvenes prometidos que imiten las virtudes de San Valentín. Esto es lo que hay que desear, principalmente; rogando al excelso presbítero mártir que alcance del Señor, a la juventud cristiana que al matrimonio camina, el don del puro amor, santificador de la vida familiar. Esta es la esencia que todo católico debe hacer suya: vivir un amor puro a la luz del amor de Dios para que los enamorados comprometidos en matrimonio puedan formar una familia santificada que les mantendrá en unión con Dios y gozando de la felicidad que solo Dios puede darnos.

Ahora se acostumbra celebrar el Día de los enamorados; y la pregunta es ¿Las parejas de hoy realmente están enamoradas? Y podríamos escuchar que sí y si les replicáramos a algunas parejas que no mantienen ni fidelidad ni un amor puro a la luz de Dios nos contestarás que a su manera. Que se quieren así y que es lo que  muchos hacen y que eso está bien.

Una pareja es dos involucrados con los mismos intereses, en este caso, el de amarse. Pero el amor verdadero, el amor puro solo viene de Dios y es fiel. No se comparte con otro más. Así que un enamorado no puede tener más de una enamorada y una enamorada, tampoco puede tener más de un enamorado y ese mor que se profesan debe ser un amor permitido a los ojos de Dios. Toda relación amorosa pura tiene estas reglas:

-Amarse uno al otro. En el amor de Dios.

-Ser fiel al otro.

Todo ser humano que ahora vive  amasiato, fornicación, promiscuidad, lesbianismo, homosexualidad y cualquier forma que no cumpla con el amor puro de Dios; no es Amor. Más bien es una tentación que les puso el enemigo para desviarlos del camino de Dios. Esos tipos de relaciones son pecado.

El amor puro y verdadero bien nos los explica San Mateo: dos que se unen, al unirse se convierten en uno solo:

"El hombre dejará a su padre y a su madre, y se unirá con su mujer, y serán los dos uno solo. De manera que ya no son dos sino uno sólo. Pues bien, lo que Dios ha unido no lo separe el hombre". Mt. 19:5,6

Los matrimonios están invitados a mantener ese amor que les unió ante Dios y los hombres y a practicarlo como el don más grande y hermoso recibido. ¿Qué es el amor? En los siguientes textos bíblicos Dios nos dice cómo es el amor y cómo vivirlo. Si no lo vivimos así entonces no conocemos el amor puro. Para saber cómo amar leamos las Sagradas Escrituras y no esperemos que tal o cual autor mundano nos diga qué es el amor y cómo vivirlo pues como hijos de Dios hemos de ser obedientes de todo aquello que Él nos indica. Y Dios nos dice cómo gozar de un amor puro.

Lectura de la primera carta del Apóstol San Pablo a los Corintios 1 Co 12, 31-13, 8a

“Hermanos: Ambicionad los carismas mejores. Y aún os voy a mostrar un camino mejor. Ya podría yo hablar las lenguas de los hombres y de los ángeles; si no tengo amor, no soy más que un metal que resuena o unos platillos que aturden. Ya podría tener el don de predicción y conocer todos los secretos y todo el saber; podría tener una fe como para mover montañas; si no tengo amor, no soy nada. Podría repartir en limosnas todo lo que tengo y aun dejarme quemar vivo; si no tengo amor, de nada me sirve. El amor es comprensivo, el amor es servicial y no tiene envidia; el amor no presume ni se engríe; no es mal educado ni egoísta; no se irrita, no lleva cuentas del mal; no se alegra de la injusticia, sino que goza con la verdad. Disculpa sin límites, cree sin límites, espera sin límites, aguanta sin límites.

El amor no pasa nunca”..

https://www.youtube.com/watch?v=UV4ZWQN9uiU 

Lectura de la carta del apóstol San Pablo a los efesios 5,2a.21-33

“Hermanos: Vivan en el amor, igual que Cristo nos ha amado y se ha entregado por nosotros. Sean sumisos unos a otros con respeto cristiano. Las mujeres, que se sometan a sus maridos como al Señor; porque el marido es cabeza de la mujer, así como Cristo es cabeza de la Iglesia; Él, que es el Salvador del cuerpo. Pues como la Iglesia se somete a Cristo, así también las mujeres a sus maridos en todo. Maridos, amen a sus mujeres como Cristo amó a su Iglesia. Él se entregó a sí mismo por ella, para consagrarla, purificándola con el baño del agua y la palabra, y para colocarla ante sí gloriosa, la Iglesia, sin mancha ni arruga ni nada semejante, sino santa e inmaculada. Así deben también los maridos amar a sus mujeres, como cuerpos suyos que son. Amar a su mujer es amarse a sí mismo. Pues nadie jamás ha odiado su propia carne, sino que le da alimento y calor, como Cristo hace con la Iglesia, porque somos miembros de su cuerpo. "Por eso abandonará el hombre a su padre y a su madre, y se unirá a su mujer, y serán los dos una sola carne". Es éste un gran misterio; y yo lo refiero a Cristo y a la Iglesia. Sobrellévense mutuamente y perdónense, cuando alguno tenga quejas contra otro. En una palabra, que cada uno se ustedes ame a su mujer como a sí mismo. Y que la mujer respete al marido”.

Lectura de la carta del apóstol San Pablo a los colosenses 3,12-17

“Hermanos: Puesto que son elegidos de Dios, santos y objetos de su amor, revístanse de un corazón compasivo, magnánimo, humilde, afable y paciente. Sopórtense mutuamente y perdónense cuando tengan quejas contra otro. Como el Señor los ha perdonado, perdonen también ustedes. Y sobre todas estas virtudes, pongan la caridad que es vínculo de perfecta unión. Que en sus corazones reine la paz de Cristo, esa paz a la que han sido llamados como miembros de un solo cuerpo. Finalmente, sean agradecidos. Que la Palabra de Cristo habite en ustedes con toda su riqueza. Ilústrense y exhórtense mutuamente, con toda sabiduría. Con el corazón lleno de gratitud, alaben a Dios con salmos, himnos y cánticos espirituales y que, cuanto digan o hagan, sea en el nombre del Señor Jesús, dando por su medio gracias a Dios Padre”.

Lectura de la primera carta del apóstol San Pedro 3,1-9

“Mujeres, sean sumisas a sus maridos para que, si incluso algunos no creen en la Palabra, sean ganados no por palabras, sino por la conducta de sus mujeres, al considerar su conducta casta y respetuosa. Que su adorno no esté en el exterior: en peinados, joyas y modas, sino en lo oculto del corazón, en la incorruptibilidad de un alma dulce y serena; esto es precioso ante Dios. Así se adornaban en otro tiempo las santas mujeres que esperaban en Dios, siendo sumisas a sus maridos; así obedeció Sara a Abraham, llamándole señor. De ella se hacen hijas cuando obran bien, sin tener ningún temor. De igual manera, ustedes, maridos, en la vida común, sean comprensivos con la mujer que es un ser más frágil, respetándolas, ya que son también coherederas de la gracia de la Vida, para que sus oraciones no encuentren obstáculo. Procuren todos tener un mismo pensar y un mismo sentir: con afecto fraternal, con ternura, con humildad. No vuelvan mal por mal o insulto por insulto; al contrario, respondan con una bendición, porque su vocación mira a esto: a heredar una bendición”.

Lectura de la primera carta del apóstol San Juan 4,7-12

“Hermanos míos: Amémonos los unos a los otros, porque el amor viene de Dios y todo el que ama ha nacido de Dios y conoce a Dios. El que no ama, no conoce a Dios, porque Dios es amor. El amor que Dios nos tiene, se ha manifestado en que envió al mundo a su Hijo unigénito para que vivamos por él. El amor consiste en esto: No en que nosotros hayamos amado a Dios, sino en que él nos amó a nosotros y nos envió a su Hijo, como víctima de expiación por nuestros pecados. Si Dios nos ha amado tanto, también nosotros debemos amarnos los unos a los otros. A Dios nadie lo ha visto nunca; pero si nos amamos los unos a los otros, Dios permanece en nosotros y su amor entre nosotros es perfecto”.

Si yo no tengo amor

yo nada soy, Señor.

Si yo no tengo amor

yo nada soy, Señor.

El amor es comprensivo,

el amor es servicial,

el amor no tiene envidia,

el amor no busca el mal.

El amor nunca se irrita,

el amor no es descortés,

el amor no es egoísta,

el amor nunca es doblez.

El amor disculpa todo,

el amor es caridad,

no se alegra de lo injusto,

sólo goza en la verdad.

El amor soporta todo,

el amor todo lo cree,

el amor todo lo espera,

el amor es siempre fiel.

Nuestra fe, nuestra esperanza,

junto a Dios terminarán;

el amor es algo eterno,

nunca, nunca pasará.

Si en la familia hay amor, en la casa, en la escuela, en el trabajo, en las calles y en todo lugar sólo hay amor. Nada de los odios, de los sentimientos malos, de maldades, de violencia, de guerras, de enemistades padeceríamos hoy…si el matrimonio mantiene el amor en que Dios les unió en el altar. Quien goza del amor, conoce la felicidad y goza de la paz. Quién ama a Dios por sobre todas las cosas, dispersa el amor por doquier, quién no le ama, no sabe amar. El matrimonio que vive el amor lo da a conocer a través de las acciones de sus hijos. (Lean Eclesiastes 30) Matrimonio que no ama a Dios verdaderamente tiene hijos que destilan desamor y no conocen la verdadera felicidad pues se la viven ejerciendo violencia sobre los hermanos. El desamor se nota en la educación de los hijos y en la falta de paz en el mundo.

  CRISTO NOS AMÓ SIN LÍMITES

El amor que Él nos mostró,  es el amor que hemos de vivir, conforme a la voluntad de nuestro Creador.

Ama sin egoísmo, libre de toda atadura al pecado. Ama como Dios nos da el amor: en pureza y en fidelidad.

 

Ama, amando en todo momento y en toda circunstancia.

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