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jueves, 4 de abril de 2013

OCTAVA DE PASCUA

Fuente: Arciprensa

El júbilo del Domingo de Pascua prolongado en los primeros ocho días a partir de la Resurrección de Nuestro Redentor.

El Domingo de Resurrección inician los cincuenta días del tiempo pascual que concluye en Pentecostés. La Octava de Pascua es la primera semana de la Cincuentena. Las lecturas evangélicas se centran en las apariciones del Resucitado.

Durante estos ochos días se puede hacer el Rosario de la Santa Octava de Consagración a Dios Padre Eterna Yahvé.

clip_image002El Domingo de Resurrección o Vigilia Pascual, cima del año litúrgico. Es el aniversario del triunfo de Cristo. Que muere crucificado y vence a la muerte dándonos la redención y liberación del pecado de la humanidad. Nos da la esperanza de la victoria del bien sobre el mal. El mensaje redentor de la Pascua es la purificación total del hombre, la liberación de sus egoísmos, de su sensualidad, de sus complejos; que limpia y sana el interior, con la iluminación del Espíritu, Dice San Pablo: "Si habéis resucitado con Cristo vuestra vida, entonces os manifestaréis gloriosos con Él" (Col. 3 1-4).

Para resucitar con Cristo hemos de purificarnos durante la cuaresma y llevar una vida santa a partir de ese momento sin caer en algún pecado, mantenernos firmes en el amor de Dios:

 

  • Cumpliendo los Mandamientos tal como Él nos los dejó
  • Cumplir con todos los sacramentos.
  • Haciendo obras de misericordia.
  • Viviendo oración diaria.

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Lunes de la octava

Lecturas: Hch 2, 14. 22-33; Sl 15; Mt 28, 8-15

Por medio del Bautismo, el Señor hace crecer a su Iglesia, dándole siempre nuevos hijos. Este día le pedimos que nos conceda a los bautizados, vivir siempre de acuerdo con la fe que profesamos. Este día el Señor Resucitado se manifiesta a las mujeres, que al verlo se asieron de sus pies y le adoraron.

 

clip_image006Martes de la octava                      Lecturas: Hch 2, 36-41; Sl 32; Jn 20, 11-18

Nuestro salvador por el misterio pascual, continúa favoreciendo con dones celestiales a su pueblo, para que alcance la libertad verdadera y pueda gozar de la alegría del cielo. Nos invita a meditar sobre la aparición del Señor a María Magdalena, a quién recompensa Jesús el amor fiel de la mujer penitente (Lc 7,37ss.), cuyo corazón, ante esa sola palabra del Señor, se inunda de gozo indescriptible y sale al encuentro de los apóstoles para anunciarles que el Señor ha resucitado.

 

clip_image008Miércoles de la octava

Lecturas: Hch 3, 1-10; Sl 104; Lc 24, 13-35

La Liturgia de este nos invita a introducirnos en el encuentro del Señor Jesús Resucitado con los Discípulos de Emaús. Este pasaje es un apasionante programa de vida cristiana, en el que el mismo Señor victorioso sale al encuentro del hombre desesperanzado, y lo invita a vivir un horizonte pleno y hermoso. El Resucitado, les enseña las Escrituras y comparte el pan y el vino, trocando la tristeza que agobiaba sus corazones en alegría y gozo.

 

clip_image010Jueves de la octava

Lecturas: Hch 3, 11-26; Sl 8; Lc 24, 35-48

¡Señor Mío y Dios Mío!

Dios, que ha reunido pueblos diversos en la confesión de su Nombre, concede a todos los que han renacido en la fuente bautismal, una misma fe en su espíritu y una misma caridad en su vida. Él nunca nos abandona. Después de su Resurrección, sigue acompañándonos y enseñándonos como debe ser nuestro esfuerzo cotidiano por ser santos. El Buen Pastor, nunca deja a sus ovejas, y lo confirma al salir al encuentro de sus queridos y temerosos amigos, mostrándoles las marcas de la dolorosa y gloriosa cruz, comiendo ante ellos y abriendo sus corazones para que comprendan lo que las Escrituras decían de su Muerte y Resurrección.

 

clip_image012Viernes   de la octava                             Lecturas: Hch 4, 1-12; Sl 117; Jn 21, 1-14

Por el Misterio pascual, Dios ha restaurado su alianza con los hombres. Pidámosle que nos conceda realizar en nuestras vidas todo lo que celebramos en la Fe. Este día el Señor nos invita a crecer en nuestra fe, y a echar las redes para pescar. En el pasaje de la pesca milagrosa, las palabras del Señor Jesús resuenan en las fibras más profundas del corazón de los Apóstoles, disipando toda preocupación y temor existente en sus corazones, y permaneciendo con ellos en un fraternal compartir.

 

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Sábado de la octava                                                   Lecturas: Hch 4, 13-21; Sl 117; Mc 16, 9-15

Dios, que con la abundancia de su gracia no cesa de aumentar el número de sus hijos, mira con amor a los que ha elegido como miembros de su Iglesia, para que, renacidos por el bautismo, obtengamos también la resurrección gloriosa.

El Señor Jesús Resucitado una vez más aparece a sus apóstoles, corrigiendo su incredulidad, y exhortándolos a salir por todo el mundo y anunciar su Evangelio a todas las personas.


II Domingo de la octava : Domingo de la Divina Misericordia.

Lecturas: Hch 5, 12-16; Sl 117; Ap 1, 9-11.12-13.17-19; Jn 20, 19-31

La Resurrección del Señor nos trajo una vida nueva, por la que él vive en nosotros por su Espíritu. Cristo Resucitado, está con nosotros. Creer en Él, es abrirle nuestro corazón. Está presente en la Palabra de Dios, en el servicio fraternal, en el misterio y en la Eucaristía. Con fe, esperanza y caridad, vivamos la vida nueva que nos trae el Señor Jesús Resucitado.

Para reflexionar:

 

Para reflexionar:

El Señor, siendo Dios, se revistió de naturaleza humana, sufrió por nosotros, fue atado, condenado y crucificado por nosotros, que éramos culpables. Resucitó de entre los muertos, victorioso y triunfado sobre el enemigo. Recibimos el perdón de los pecados por Cristo que es el perdón, la salvación, nuestra purificación, vida, resurrección y luz. ¿Qué merece nuestro Redentor? ¿Qué darías a aquel que te amó hasta el extremo dando su vida en muerte de cruz por tu salvación?

Cuando tengamos que ir ante la presencia del Señor, nuestro Salvador y Juez no llevaremos las cosas materiales que tenemos en esta tierra; sino que, hemos de estar revestidos de Dios, de luz; siendo lámparas encendidas y para eso hay que ser santo, llevar una vida santa cumpliendo con todo aquello que Él nos indicó y que está escrito en la Biblia. Cada palabra del Señor será cumplida tal cual las dijo. Nada puede ser cambiado al intentar interpretarlas. La Sagrada Palabra de Dios es precisamente eso: Palabra de Dios y no podemos agregarle palabras nuestras ni cambiar el sentido de cada frase. El mensaje de Su Palabra jamás cambiará de significado, no será modificado ni por la modernidad ni por nadie. Será Su Palabra hasta el final.

En la modernidad muchos actos que realizamos no son agradables a los ojos del Señor y lo único que hacemos es pecar constantemente con esa forma de vida moderna impregnada del mar que muchos estamos viviendo. La vida en amasiato (fuera del sacramento del matrimonio) es uno de esos productos de la modernidad; así como las nuevas formas de noviazgo donde no existe el respeto del novio a la novia y viceversa, al tener relaciones sexuales sin haberse casado. De muchas formas la modernidad solo ha infiltrado los males y hemos caído en las tentaciones cometiendo pecados.

Para ir al encuentro de Dios hay que tener verdadero arrepentimiento de la vida pecaminosa que hemos llevado, pues tan infinita es su misericordia que nos llama, nos pide regresar a Él, vivir la conversión desde lo más profundo de nuestros sentimientos, confesarnos, cumplir la penitencia y no volver a pecar.

Escuchemos el llamado de Dios:

“A pesar de todos vuestros pecados, Mi Padre aún los está llamando para que regresen a Él, pero ustedes no prestan atención a Su llamado.

¡REGRESEN! ¡OH, ISRAEL, PUEBLO MÍO!

Hagan reparación por sus pecados y los pecados que el mundo entero comete contra Mi Padre y contra Mi Preciosa Sangre. ¡YO SOY EL AGONIZANTE JESUCRISTO! ”

Caminemos hacia Jesús guiados por nuestra Madre María respondiendo a la llamada del Padre.

Este mes no olvidemos hacer muchas obras de misericordia en reparación de nuestros pecados:

Dar donativos generosos para las necesidades de la Iglesia todo el tiempo sin que nos cause molestia sino más bien darlo por amor a Dios que nos da tantas cosas: la vida, una familia, trabajo, casa, alimento, todo. Sin su ayuda no tendríamos tanto. Y jamás pagaríamos en ninguna cantidad el precio que Él pagó por nuestra libertad del pecado y nuestra Salvación.

Revístete de humildad reconociendo que todo lo que tenemos es porque Él nos lo da, se caritativo y generoso con los demás. Coopera económicamente para las necesidades de la iglesia y comparte lo que Dios te ha dado con los más necesitados pues Jesús nos dejó dicho que cuando le damos de comer al hambriento, lo alimentamos a Él, cuando vestimos y calzamos a alguien, lo hacemos a Él, de tal manera que todo lo que des a otros lo estas dando a Jesús mismo. Se un instrumento de Dios y da, porque es mejor dar que recibir como lo dice una oración muy hermosa atribuida al Santo Francisco de Asís:

Oración simple
Señor, haz de mí un instrumento de tu paz:
donde haya odio, ponga yo amor,
donde haya ofensa, ponga yo perdón,
donde haya discordia, ponga yo unión,
donde haya error, ponga yo verdad,
donde haya duda, ponga yo la fe,
donde haya desesperación, ponga yo esperanza,
donde haya tinieblas, ponga yo luz,
donde haya tristeza, ponga yo alegría.
Oh, Maestro, que yo no busque tanto
ser consolado como consolar,
ser comprendido como comprender,
ser amado como amar.
Porque dando se recibe,
olvidando se encuentra,
perdonando se es perdonado,
y muriendo se resucita a la vida eterna.

Pueden disfrutarla en canto gregoriano en

 

Que el precio que pagó nuestro Redentor, el Cristo crucificado no sea menospreciado por ti  y  le otorgues un valor inmerecido, antes bien únete a su sufrimiento y conságrate al Sagrado Corazón de Jesús, a Su Sangre Preciosa,  a la Santísima Trinidad y al Inmaculado Corazón de María.

 

Soneto al crucificado

No me mueve Señor para quererte,

el cielo que me tienes prometido,

ni me mueve el infierno tan temido,

para dejar por eso de ofenderte.

Tu me mueves Señor, muéveme al verte,

clavado en una cruz y escarnecido,

muéveme ver tu cuerpo tan herido,

muéveme tus afrentas y tu muerte,

muéveme al fin tu amor, y en tal manera,

que aunque no hubiera cielo yo te amara,

y aunque no hubiera infierno te temiera.

No me tienes que dar porque te quiera,

más aun que lo que espero no esperara,

lo mismo que te quiero te quisiera.

    Jesús dijo a sor Faustina: "(...) La humanidad no conseguirá la paz hasta que no se dirija con confianza a Mi misericordia" (Diario, 300)

    Confiemos en la Misericordia del Señor y pidámosle lo que dice San Ignacio de Loyola en su oración (Para dar gracias en la mañana y después de comulgar.)

    Oración de entrega

    Tomad, Señor, y recibid
    toda mi libertad,
    mi memoria,
    mi entendimiento
    y toda mi voluntad;
    todo mi haber y mi poseer.
    Vos me disteis,
    a Vos, Señor, lo torno.
    Todo es Vuestro:
    disponed de ello
    según Vuestra Voluntad.
    Dadme Vuestro Amor y Gracia,
    que éstas me bastan.
    Amén.

    Alma de Cristo

    Alma de Cristo, santifícame.
    Cuerpo de Cristo, sálvame.
    Sangre de Cristo, embriágame.
    Agua del costado de Cristo, lávame.
    Pasión de Cristo, confórtame.

    ¡Oh, buen Jesús!, óyeme.
    Dentro de tus llagas, escóndeme.
    No permitas que me aparte de Ti.
    Del maligno enemigo, defiéndeme.
    En la hora de mi muerte, llámame.

    Y mándame ir a Ti.
    Para que con tus santos te alabe.
    Por los siglos de los siglos.
    Amén.

    Dijo Jesús que “la Caridad es la más grande de las absoluciones. Que la Caridad cancela las culpas y las debilidades del hombre, ya que quien Ama vive en Dios y, al vivir en Dios, peca poco y si peca, al punto se arrepiente y para el que se arrepiente se haya presto el perdón del Altísimo.”

    Practiquemos la caridad en la medida del amor de Dios a nosotros: sin medida.

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